LA NUEVA DOCTRINA DEL VATICANO II
Este artículo presenta los errores del Vaticano II y del falso magisterio conciliar, contrastándolos con las enseñanzas infalibles del magisterio de la Iglesia.
1. El Propósito de este Artículo
Este artículo establece que el Vaticano II enseña errores contra la Fe Católica. Puesto que la santidad y catolicidad de la Iglesia le impiden enseñar jamás errores contra la fe o la moral a nivel universal, el Vaticano II no puede ser enseñanza universal de la Iglesia Católica.
Lo que hace que un concilio ecuménico sea enseñanza universal de la Iglesia no es el hecho de que haya sido aprobado por muchos obispos, sino que haya sido promulgado por un Romano Pontífice. Puesto que el Vaticano II no puede ser enseñanza universal de la Iglesia debido a que contiene errores contra la fe y la moral, no puede haber sido promulgado por un Romano Pontífice. Por lo tanto, los católicos deben concluir que quienes promulgaron el Vaticano II, y continúan haciéndolo, no pueden ser Romanos Pontífices. En efecto, éste es un hecho dogmático deducible de la revelación divina y de la razón.
2. Antecedentes históricos de los errores del Vaticano II – Ideologías predominantes que influyeron en el Vaticano II: Protestantismo, Secularismo y Modernismo
Será útil, antes de comenzar el análisis de los errores del Vaticano II, situarlos en su contexto histórico. Este tema merece un tratamiento más exhaustivo del que puede ofrecer un simple artículo; sin embargo, bastará un breve esbozo de los antecedentes para que el lector se familiarice con los temas principales.
Los principales errores del Vaticano II proceden directamente de corrientes intelectuales originadas en Europa Occidental en tres períodos históricos: la Reforma protestante, la Ilustración y el movimiento modernista. Describiremos brevemente las contribuciones que cada uno de estos períodos hizo a los errores del Vaticano II.
3. Protestantismo
Todas las formas de protestantismo se basan en un único principio. Este principio es: la religión cristiana, tal como existe actualmente en la Iglesia Católica, no es la verdadera religión cristiana, sino más bien una perversión de la misma; por lo tanto, debe ser reformada substancialmente. En esta postura está implícito que la Iglesia Católica es capaz de perder su propia religión o, dicho de otro modo, es capaz de defeccionar de la religión establecida por Cristo. Como resultado de esta defección, según la posición protestante, el cristianismo debe someterse a una reforma substancial en doctrina, culto y gobierno, de modo que vuelva a la situación que tenía antes de la defección.
El error fundacional del protestantismo es, por lo tanto, el rechazo de la indefectibilidad de la Iglesia Católica (ver el artículo: La indefectibilidad de la Iglesia). En el contexto del protestantismo, quienes no están de acuerdo con el análisis de que la Iglesia Católica ha defeccionado de la verdadera religión son enemigos de la causa de la reforma. Esta es la razón de los prejuicios que los protestantes mantienen desde hace tiempo contra los católicos. También es la razón de los prejuicios de los católicos liberales de hoy contra los tradicionalistas. Porque los católicos liberales adoptan una visión de la Iglesia anterior al Vaticano II que es idéntica a la adoptada por los primeros protestantes; ven a la Iglesia preconciliar como una Iglesia defectuosa que había que corregir. Y ven el Concilio Vaticano II como el acontecimiento de la reforma.
Este principio –que la religión cristiana tal como existe en la Iglesia Católica necesita ser reemplazada por una versión reformada de la cristiandad– fue la razón fundamental del Vaticano II. Sin el principio protestante de una Iglesia que ha defeccionado y que necesita una reforma substancial de la doctrina, el culto y la ley, el Vaticano II y el Novus Ordo no habrían sido posibles, pues esta reforma de toda la religión católica es precisamente lo que el proyecto del Vaticano II se esfuerza por llevar a cabo.
4. Secularismo
El protestantismo proporcionó el terreno intelectual para el crecimiento de dos errores: el absolutismo del Estado y el absolutismo individual. Estos errores surgieron durante el llamado periodo de la Ilustración. La razón es que el protestantismo crea un vacío de poder al rechazar la autoridad absoluta de la Iglesia. Por lo tanto, esta autoridad absoluta debe ser llenada con una nueva autoridad absoluta, ya que no existe sociedad humana sin ella. Capitalizando el fuerte prejuicio que el protestantismo crea contra el catolicismo, el Estado aprovecha la oportunidad de adquirir para sí las vastas propiedades materiales, la riqueza y la influencia de la Iglesia. Pero como se ha separado de las leyes de la Iglesia, el Estado se vuelve cada vez más grande, codicioso, opresivo y, en general, inmoral. Y se niega a ser disciplinado por cualquier autoridad superior, especialmente la autoridad del Romano Pontífice.
Mientras el Estado se embriaga de riqueza y poder, los ciudadanos de todas las religiones del Estado se debilitan y empobrecen. El principio protestante del absolutismo individual, que contiene en sí el derecho del individuo a rebelarse contra toda autoridad, se inculca entre la población del Estado opresor. Se traslada fácilmente a una aplicación en la esfera política, provocando revoluciones contra el gobierno y conflictos en el seno de la propia ciudadanía.
Lo que se llama «secularismo» se caracteriza por esta polarización entre Estado absoluto e individuo absoluto. La secularización es la falta de reconocimiento por parte del Estado de la Iglesia Católica como reino de Cristo. No reconoce la autoridad absoluta donde Dios la ha conferido, sino que establece la autoridad absoluta donde Dios no la ha conferido: en el Estado, y en cada individuo dentro del Estado. El Estado absoluto desea la estabilidad y, para ello, amenaza con privar a los ciudadanos de sus derechos. El individuo absoluto desea liberarse de todas las restricciones, incluidas las civiles, y por ello hace valer sus derechos frente al Estado, amenazando periódicamente con la guerra civil y la revolución como freno al Estado que se extralimita. El secularismo es, por lo tanto, no sólo inestable, sino políticamente incoherente, en la medida en que admite estas dos autoridades supremas mutuamente excluyentes e irreconciliables: el Estado y el individuo. Es la aplicación del principio protestante al ámbito de la política.
Comentando estas tendencias, el P. Denis Fahey escribe:
«No siendo ya reconocida la Realeza Espiritual de Cristo, de la que participan el Papa y los Obispos de la Iglesia Católica, la autoridad sobre los asuntos espirituales pasó a los Gobernantes Temporales… Como no existía un Guardián Infalible del orden por encima de los Gobernantes Temporales, se allanó el camino para los abusos del Absolutismo del Estado… El principio del juicio privado preparó el camino para el error extremo opuesto de la “santa rebelión” y el “derecho” de las personas a derrocar a la autoridad siempre que les desagrade. La doctrina de que todos los hombres son iguales en el Cuerpo Místico y son sus propios sacerdotes, sembró las semillas de ese espíritu, al que se dio cuerpo en la sociedad masónica naturalista, cuando el avance del tiempo había provocado la decadencia de la creencia en la vida sobrenatural»[1].
Los errores del Vaticano II reflejan una aceptación del secularismo. El Vaticano II abraza la libertad religiosa, que es la autoridad absoluta del individuo frente a la del Estado en materia religiosa, en la medida en que el individuo puede elegir la religión que considere verdadera. También abraza el ecumenismo, que es la autoridad del Estado contra el individuo en materia religiosa, en la medida en que pretende fusionar todas las religiones en una única Religión del Mundo, sin creencias, sacramentos ni moral. Para lograrlo, introduce la idea de comunión parcial, en la que se dice que las sectas no católicas existen en una vaga gradación de comunión con la Iglesia Católica: esto se hace para fomentar la sensación de que la coalescencia religiosa ya ha comenzado. Y, por último, adopta la doctrina laica de la colegialidad, que es la afirmación simultánea del poder absoluto en dos cabezas: tanto en el gobierno (el Papa) como en los gobernados (el colegio episcopal).
5. Modernismo
El tercer período histórico que influyó en el Vaticano II es el Modernismo. El Modernismo es una herejía que surgió a finales del siglo XIX como consecuencia directa del liberalismo secular. Al igual que el protestantismo, sostenía que la religión católica debía reformarse substancialmente, ya que hacía tiempo que había defeccionado de su pureza original. Al igual que el secularismo, también sostenía que la autoridad suprema es tanto el Estado (o el «pueblo») como el individuo (o la «conciencia»), y no el Romano Pontífice. Pero la Iglesia Católica resistió con éxito el atractivo del laicismo en el siglo XIX, a pesar de los muchos éxitos que tuvo en la esfera política. Debido a esta resistencia, se materializó una nueva ideología que pretendía hacerlo atractivo a los católicos. Esta ideología era el Modernismo, y aportó dos ideas significativas.
En primer lugar, el modernismo sostiene que, para llegar a ser aceptable al Estado absoluto, la religión católica debe evolucionar; si no evoluciona, perecerá porque no podrá seguir el ritmo de los tiempos modernos. Esta idea de la «supervivencia del más fuerte» aplicada a la religión está tomada directamente del darwinismo[2]. También afirma, falsamente, que la Iglesia siempre se ha adaptado a la evolución de las circunstancias socio-históricas, y que esta adaptabilidad es la razón de su éxito bimilenario. Estas nociones de evolución religiosa y adaptabilidad no son más que un medio astuto de articular el antiguo principio protestante: que la antigua religión cristiana está obsoleta y debe dar paso a la nueva.
En segundo lugar, el modernismo sostiene que la verdadera religión cristiana no consiste en el dogma, el culto y el gobierno, sino en un impulso interior invisible de la mente subconsciente que se expresa externamente de diversas maneras. Cuando los impulsos interiores de muchas personas producen colectivamente las mismas expresiones exteriores, la religión evoluciona. El modernismo sostiene que esta evolución religiosa es un proceso natural. Cuando la colectividad produce expresiones modificadas, es señal de que ha llegado el momento de que la religión cambie y se adapte. Con el paso del tiempo, las doctrinas y rituales se vuelven obscuros o irrelevantes. Nuevas interpretaciones ocupan el lugar de las antiguas. Nuevos significados, nuevas doctrinas, nuevos ritos y nuevas leyes surgen constantemente de la mente subconsciente colectiva cambiante de la gente para suplantar lo viejo. En el modernismo no existe ni la verdad ni la moral objetivas. Todo cambia, no hay estabilidad. En el Modernismo la religión católica no es verdaderamente católica, es decir, la misma en todo momento, siempre en perfecta continuidad con su pasado en doctrina, moral y derecho; más bien, en el Modernismo, «católico» sólo significa «universal» en cuanto que el sentido religioso interior se encuentra en todos los hombres. Al hacer de la mente subconsciente del hombre la base de toda religión, el Modernismo expulsa a Dios de la religión y lo reemplaza por impulsos interiores evolutivos. De esto se deduce que, en el Modernismo, la salvación no es obra de la misericordia de Dios hacia el hombre, sino un logro de la mente del hombre. Como tal, el Modernismo es inherentemente naturalista, reduciendo la salvación a algo hecho por el hombre. Puesto que no existen criterios de salvación excepto en la mente de la comunidad humana en evolución, y puesto que estos criterios son totalmente subjetivos, el Modernismo se apresura a abrazar la herejía de la salvación universal: todos se salvan. Por esta razón, transforma el cielo en un más allá paganizado. En lugar de presentar el cielo como una contemplación eterna de la visión beatífica de Dios junto con los santos, el cielo del Novus Ordo se presenta a menudo como algo que difiere poco de esta vida. Es común en contextos del Novus Ordo escuchar sermones fúnebres en los que se presenta a la abuela jugando a las máquinas tragamonedas en el casino del cielo, y al abuelo viendo la televisión en la sala de estar. Esto es paganismo.
El Vaticano II es modernista cuando enseña que Dios utiliza religiones no católicas para la salvación, y cuando niega que la Iglesia Católica sea visible y esté unida. El primer error se basa en la teoría del sentido religioso que rechaza toda norma de verdad objetiva y bondad en la religión. El segundo error se basa en la noción de evolución de la religión. Pues si la Iglesia Católica estuviera en estado de evolución y no en estado de ser, entonces no estaría unida ni sería visible.
6. Listado de errores del Vaticano II y declaración del método a seguir
El Vaticano II y su falso magisterio no son meramente ambiguos o problemáticos, ni representan un mero ambiente de oposición a la doctrina. Contienen errores claros y ciertos que han sido previamente condenados por la Iglesia Católica. Bastaría que contuviera un solo error contra la fe o la moral para declarar inválido el Vaticano II. En este artículo expondremos cinco errores:
1. La libertad religiosa.
2. Ecumenismo.
3. La salvación por medio de sectas no católicas.
4. Negación de la visibilidad y unidad de la Iglesia.
5. Comunión parcial.
Esta lista de errores no es en absoluto exhaustiva. Tampoco es exhaustiva la lista de citas de la Sagrada Escritura y del magisterio seleccionado que refutan estos errores. El propósito de este artículo no es enumerar cada error y cada condena correspondiente, sino simplemente establecer el hecho de que hay errores en los documentos conciliares.
El error de la colegialidad, mencionado anteriormente (p. 3), se reservará para un futuro artículo, ya que requiere un trato más substancial del que se puede dar aquí.
También hemos demostrado que existe un compromiso con los errores del Vaticano II entre el falso magisterio postconciliar de Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. El hecho de que exista un compromiso constante con los mismos errores que se encuentran en diferentes documentos del Vaticano II, y el hecho de que el falso magisterio se haya comprometido a mantener estos errores durante los últimos sesenta años, constituyen una prueba irrefutable de que había y hay una intención objetiva de cambiar por completo la substancia de la doctrina católica. La razón de su interrelación es que dependen de las mismas corrientes esbozadas en la sección anterior de este artículo: Protestantismo, Secularismo y Modernismo.
No es intención de este artículo especular sobre los motivos internos de los Modernistas al promulgar el Vaticano II. Tampoco es nuestra intención juzgar las disposiciones internas –la culpabilidad o inocencia– de Juan XXIII, Pablo VI o cualesquiera de las partes implicadas en el proyecto del Vaticano II. Sin embargo, es necesario mostrar claramente que el Modernismo en el que estos hombres estaban comprometidos estaba objetivamente dirigido a la destrucción de la Iglesia Católica, junto con el Romano Pontífice, la fe, la vida moral y los sacramentos. Un error en el orden especulativo siempre resulta en vicios en el orden moral. Por eso hay que comprender que los errores del Vaticano II no son errores inofensivos que pertenecen a ideas abstractas; forman los principios y el fundamento de todo un sistema de actuación que se ordena a la supresión de la religión católica. De ahí que San Pío X llamara a los Modernistas «los más perniciosos de todos los adversarios de la Iglesia»[3].
Procederemos según el método siguiente: en primer lugar, expondremos la doctrina católica en forma de tesis; en segundo lugar, apoyaremos esta posición con extractos de la Sagrada Escritura y del Magisterio de la Iglesia; en tercer lugar, ofreceremos un argumento basado en un razonamiento teológico; en cuarto lugar, citaremos el error contra esta enseñanza que se encuentra en los documentos del Vaticano II. Estas citas estarán en rojo para dejar claro al lector que se trata de enseñanzas erróneas. A continuación, responderemos a este error introduciendo contraargumentos en forma de objeciones, con respuestas a las mismas. Por último, ofreceremos una conclusión que resuma cada error.
En este artículo, las traducciones de la Sagrada Escritura están tomadas de la Biblia de Straubinger. Las traducciones al español de los documentos magisteriales están tomadas del libro Colección de Encíclicas y Cartas Pontificias, editado por la Acción Católica Española (1967), mientras que los documentos del Vaticano II están tomados de la página web https://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/index_sp.htm excepto las que no aparecen allí, en cuyo caso las traducciones son del autor.
PRIMER ERROR
LIBERTAD RELIGIOSA
7. Tesis católica: El hombre no tiene derecho a practicar una religión falsa
Sagrada Escritura: «No tendrás otros dioses delante de Mí»[4].
Magisterio: Papa Pío IX, Quanta Cura (1864); Syllabus de Errores (1864).
«Y, contra la doctrina de la Sagrada Escritura, de la Iglesia y de los Santos Padres, no dudan en afirmar que “la mejor forma de gobierno es aquella en la que no se reconozca al poder civil la obligación de castigar, mediante determinadas penas, a los violadores de la religión católica, sino en cuanto la paz pública lo exija”. Y con esta idea de la gobernación social, absolutamente falsa, no dudan en consagrar aquella opinión errónea, en extremo perniciosa a la Iglesia Católica y a la salud de las almas, llamada por Gregorio XVI, Nuestro Predecesor, de f. m., “locura”, esto es, que “la libertad de conciencias y de cultos es un derecho propio de cada hombre, que todo Estado bien constituido debe proclamar y garantizar como ley fundamental, y que los ciudadanos tienen derecho a la plena libertad de manifestar sus ideas con la máxima publicidad –ya de palabra, ya por escrito, ya en otro modo cualquiera–, sin que autoridad civil ni eclesiástica alguna puedan reprimirla en ninguna forma”»[5].
Razonamiento teológico: Un derecho es una facultad legítima de adquirir algo que se debe según la justicia. El derecho universal a la libertad religiosa significa que la libertad religiosa es algo que se debe a todos los hombres según la justicia, y que todos los hombres tienen un poder legítimo de adquirir la capacidad de practicar la religión. Pero la capacidad de practicar una religión falsa no se le debe a ningún hombre según la justicia. Las religiones falsas son pecaminosas, y el pecado nunca se le debe al hombre según la justicia, ni el hombre tiene derecho a cometer pecado. Por lo tanto, el hombre no tiene derecho a practicar una religión falsa.
Para ilustrar lo absurdo de la libertad religiosa, imaginemos a Adán y Eva en el jardín del Edén. Digamos, hipotéticamente, que tenían derecho a la libertad religiosa basada en la dignidad de la persona humana. Comieron del fruto, y cuando Dios les preguntó por qué lo hicieron, dijeron: «Lo comimos porque Tú nos diste el derecho a la libertad religiosa y lo fundamentaste en la dignidad de nuestra persona». Ahora bien, si realmente tuvieran derecho a la libertad religiosa por parte de Dios, entonces no sería justo al castigarlos ya que simplemente estaban ejerciendo sus derechos. Pero Dios los castigó. Por lo tanto, no tenían derecho a la libertad religiosa. Y si Adán y Eva no tenían este derecho, entonces no era algo fundado en la dignidad de la persona humana. Y si no está fundado en la dignidad de la persona humana, entonces ninguna persona humana tiene este derecho.
8. Vaticano II: Dignitatis Humanae, 3
«Y la misma naturaleza social del hombre exige que éste manifieste externamente los actos internos de religión, que se comunique con otros en materia religiosa, que profese su religión de forma comunitaria. Se hace, pues, injuria a la persona humana y al orden que Dios ha establecido para los hombres, si, quedando a salvo el justo orden público, se niega al hombre el libre ejercicio de la religión en la sociedad».
RESPUESTA: La naturaleza humana no puede exigir que los hombres expresen, compartan o profesen religiones no católicas, pues equivale a decir que la naturaleza humana exige que los hombres hagan el mal. Además, Dios no puede establecer el pecado como parte del orden de la vida humana, pues el pecado es un desorden, y las falsas religiones son pecados. Por lo tanto, las falsas religiones no forman parte del orden de la vida humana establecido por Dios. Además, el propósito de la sociedad es promover el bien común y restringir el mal. Pero la práctica de las falsas religiones es mala. Por lo tanto, restringir el ejercicio de las falsas religiones en la sociedad no es un perjuicio, sino un beneficio.
OBJECIÓN. El Vaticano II sólo habla del derecho a practicar la religión en general, y no del derecho a practicar falsas religiones. En otras palabras, habla de libertad de conciencia, no de libertad de praxis. La razón es que nadie puede ser coaccionado a actuar en contra de su conciencia, ya que la conciencia del individuo es el árbitro último del bien y el mal. Coaccionar a un individuo para que actúe en contra de su conciencia en cualquier asunto, religioso o de otro tipo, estaría mal. Sería un pecado contra la dignidad de su persona.
RESPUESTA. En primer lugar, la Dignitatis Humanae enseña, de hecho, una libertad de praxis con respecto a cualquier religión: «A estas comunidades… se les debe por derecho la inmunidad para regirse por sus propias normas, para honrar a la Divinidad con culto público, para ayudar a sus miembros en el ejercicio de la vida religiosa y sustentarlos con la doctrina, y para promover instituciones en las que colaboren los miembros con el fin de ordenar la propia vida según sus principios religiosos»[6]. El derecho se especifica por su objeto. Si el objeto es malo, entonces el derecho también es malo, es decir, no es un verdadero derecho. Las falsas prácticas religiosas son malas. Por lo tanto, el derecho a practicar religiones falsas también es malo, es decir, no es un verdadero derecho.
Y, en segundo lugar, hay dos reglas en los actos morales: una regla objetiva, extrínseca, y una regla subjetiva, intrínseca. La regla objetiva, extrínseca, es la ley. La norma subjetiva intrínseca es la conciencia. La conciencia aplica la ley a un caso moral concreto. Si la conciencia no consulta la ley para aplicarla en la práctica, cuando pude hacerlo, actúa ilícitamente. Algunos son invenciblemente ignorantes de la ley, es decir, sin culpa propia no conocen ni pueden conocer la ley. Cuando cometen pecado, no se les imputa la culpa del mismo, ya que actúan según la norma de su conciencia. Sin embargo, en sentido objetivo aún están cometiendo pecado, ya que no actúan conforme a la ley. Y aunque su ignorancia no sea culpa suya, sin embargo, no tienen derecho a pecar, ya que nadie tiene derecho a cometer el mal. Sólo se tiene derecho a obrar según la propia conciencia cuando el juicio de la conciencia es lícito, es decir, cuando está en conformidad objetiva con la ley y hay certeza de esta conformidad por parte del sujeto. Pues sólo en estos casos el derecho a actuar está especificado por un bien objetivo. Pero en materia religiosa, la conciencia sólo es conforme al derecho cuando está especificada por la religión católica, pues la religión católica es la única buena y lícita. Por lo tanto, es falsa una libertad de conciencia sin reservas en materia religiosa.
OBJECIÓN. El Vaticano II no menciona específicamente las falsas religiones. Por lo tanto, no habla de ellas.
RESPUESTA. La Dignitatis Humanae, n. 6, enseña que incluso cuando,
«Consideradas las circunstancias peculiares de los pueblos, se da a una comunidad religiosa un especial reconocimiento civil en la ordenación jurídica de la sociedad, es necesario que a la vez se reconozca y respete el derecho a la libertad en materia religiosa a todos los ciudadanos y comunidades religiosas».
Pero en toda multiplicidad de comunidades religiosas, hay necesariamente algunas que son falsas. Por lo tanto, el Vaticano II habla de libertad para las religiones falsas.
OBJECIÓN. El Vaticano II sólo sugiere una estrategia pastoral para el mundo secular moderno. No pretende enseñar la libertad religiosa como si fuera una doctrina inmutable revelada por Dios.
RESPUESTA. Dignitatis Humanae, n. 9, enseña:
«Esta doctrina de la libertad tiene sus raíces en la divina Revelación, por lo cual ha de ser tanto más religiosamente observada por los cristianos».
Compárese con Quanta Cura (citada anteriormente), en la que el Papa Pío IX enseñaba que la libertad religiosa era «contraria a la doctrina de la Escritura, de la Iglesia y de los Santos Padres».
OBJECIÓN. El Vaticano II habla de un derecho a la libertad religiosa como perteneciente sólo a la religión natural, prescindiendo del hecho de la revelación divina y de los derechos y obligaciones que conlleva.
RESPUESTA. El primer párrafo de la Dignitatis Humanae reconoce claramente que la religión católica es la única religión verdadera. Pero la religión católica es una religión revelada por Dios. Por lo tanto, el Vaticano II no habla en el sentido de prescindir del hecho de la revelación divina. En cualquier caso, aunque sólo hablara de religión natural, seguiría siendo erróneo, ya que en virtud de la ley natural no existe el derecho a la libertad religiosa.
9. Vaticano II: Dignitatis Humanae, 3
«La autoridad civil… excede su competencia si pretende dirigir o impedir los actos religiosos».
RESPUESTA. La Sagrada Escritura alaba a un gobernante civil, el rey Josías, por ordenar la verdadera religión y desarraigar las falsas religiones en su reino[7], y al rey Asá por lo mismo[8]. Pero la Sagrada Escritura no puede alabar al hombre por cometer pecado.
El cisma entre Israel y Judá es descrito como un castigo de Dios a causa de la idolatría de Salomón[9]. Todos los sucesores de Salomón que fracasaron en frenar la idolatría en el reino son descritos por la Sagrada Escritura como habiendo hecho el mal. Pero si, al prohibir la religión de la idolatría, estos reyes hubieran transgredido los límites de su poder al prohibir actos que son religiosos, entonces la Sagrada Escritura no los habría juzgado por haber pecado por omisión al no prohibir la idolatría. Más bien habrían sido juzgados como opresores de la libertad religiosa.
Cuando Moisés estuvo ausente del campamento israelita, Aarón no impidió los actos religiosos relacionados con la adoración del becerro de oro. Por esta omisión fue castigado por Dios, que ordenó a los levitas que mataran a sus propios hermanos, compañeros y vecinos[10].
Del mismo modo, muchos monarcas canonizados mantuvieron leyes penales destinadas a impedir que herejes y apóstatas practicaran religiones falsas, y a coaccionarlos para que practicaran el catolicismo que abandonaban; estos santos nunca se arrepintieron de esta legislación. Pero la Iglesia no canoniza a quienes pecan públicamente y mueren sin arrepentirse. Por lo tanto, el gobierno civil no transgrede los límites establecidos a su poder si ordenara o prohibiera actos religiosos.
Por último, el bien común de la sociedad civil es la salvación de sus miembros. Pero la salvación no es posible fuera de la Iglesia Católica. Por lo tanto, un gobierno que descuida tanto la promoción de la Iglesia Católica como la prohibición de las religiones opuestas a la Iglesia Católica es un gobierno que obra contra sus ciudadanos al descuidar la promoción de su bienestar común.
OBJECIÓN. El gobierno civil sólo tiene poder sobre el orden de la naturaleza, no sobre el orden de la gracia. Pero los actos religiosos son del orden de la gracia. Por lo tanto, el gobierno civil no puede ordenar o prohibir actos religiosos.
RESPUESTA. Sólo los actos religiosos católicos son del orden de la gracia, no los actos de las falsas religiones. Los actos de las falsas religiones son pecaminosos.
El gobierno civil es un acto natural que Dios ha elevado por medio de la gracia a un fin sobrenatural. En vista de este fin, todas las autoridades, desde los padres de familia hasta los gobiernos de grandes países, tienen el deber divino de fomentar el bienestar sobrenatural de las almas a su cargo, en la medida en que lo permitan sus medios. Por lo tanto, la elevación del gobierno civil por parte de Dios confiere no sólo la capacidad de ordenar a sus ciudadanos a fines sobrenaturales, sino el deber de hacerlo. Y puesto que la Iglesia es el único cuerpo religioso ordenado próximamente a estos fines sobrenaturales, el gobierno civil debe promover la Iglesia y prohibir las falsas religiones.
OBJECIÓN. Se admite que la práctica de la falsa religión es mala en el orden moral; sin embargo, la Dignitatis Humanae habla sólo del orden civil, no del moral. En otras palabras, sostiene que la libertad religiosa es un derecho civil, no un derecho moral.
RESPUESTA. Es imposible que exista un derecho en el orden civil que contradiga un derecho en el orden moral, porque el mismo Dios, que es el origen de todos los derechos, es el gobernador supremo tanto del orden moral como del civil. Pero no existe el derecho a practicar una religión falsa en el orden moral; por lo tanto, no existe el derecho a practicar una religión falsa en el orden civil.
10. Vaticano II: Dignitatis Humanae, 4
«A estas comunidades… se les debe por derecho la inmunidad para regirse por sus propias normas, para honrar a la Divinidad con culto público, para ayudar a sus miembros en el ejercicio de la vida religiosa y sustentarlos con la doctrina, y para promover instituciones en las que colaboren los miembros con el fin de ordenar la propia vida según sus principios religiosos».
RESPUESTA. Todo gobierno religioso que no esté sometido al único gobierno verdadero establecido por Nuestro Señor es un gobierno falso. Los falsos gobiernos religiosos no tienen derecho a la libertad de gobierno. Por lo tanto, establecer un falso gobierno religioso (por ejemplo, una secta herética) opuesto al verdadero gobierno de la Iglesia es un mal. Nadie puede reclamar legítima e independientemente la libertad de cometer el mal pues, de lo contrario toda justicia, ley y orden serían una farsa.
Las religiones falsas no honran al Ser Supremo en el culto público, ni ayudan a sus miembros en la práctica de la vida religiosa, ni los fortalecen mediante la instrucción, ni promueven instituciones ordenadas a los principios religiosos. Por el contrario, se burlan públicamente del Ser Supremo, debilitan a sus miembros con falsas doctrinas, e inhiben a los miembros a practicar una vida virtuosa por medio de su mala moral. Sólo existe un cuerpo religioso con autoridad directa de Dios para enseñar, gobernar y santificar a la humanidad: la Iglesia Católica.
11. Vaticano II: Dignitatis Humanae, 4
«A las comunidades religiosas les compete igualmente el derecho de que no se les impida por medios legales o por acción administrativa de la autoridad civil la elección, formación, nombramiento y traslado de sus propios ministros, la comunicación con las autoridades y comunidades religiosas que tienen su sede en otras partes del mundo, ni la erección de edificios religiosos y la adquisición y uso de los bienes convenientes. Las comunidades religiosas tienen también el derecho de que no se les impida la enseñanza y la profesión pública, de palabra y por escrito, de su fe».
RESPUESTA. Nadie tiene derecho a que no se le impida cometer el mal. El único propósito de la ley es promover el bien e impedir el mal. Pero el establecimiento y promoción de una religión falsa en la forma descrita anteriormente es un mal. Por lo tanto, nadie tiene derecho a que no se le impidan las actividades descritas anteriormente.
12. Vaticano II: Dignitatis Humanae, 4
«En la naturaleza social del hombre y en la misma índole de la religión se funda el derecho por el que los hombres, impulsados por su propio sentimiento religioso, pueden reunirse libremente o establecer asociaciones educativas, culturales, caritativas y sociales».
RESPUESTA. Es contrario a la naturaleza social del hombre cometer un mal. Toda religión que tiene su origen último en una persona humana es mala. Por lo tanto, es contrario a la naturaleza social del hombre emprender actividades religiosas comunitarias, como las descritas anteriormente, bajo el impulso de su propio sentimiento religioso. La verdadera religión no sigue los impulsos de los hombres, sino los mandamientos de Dios. Por la misma razón, el «sentimiento religioso» privado de los individuos no puede ser el fundamento del derecho a fundar organizaciones religiosas.
13. Libertad religiosa: Conclusión
Juan Pablo II ensalzó muchas veces el error de la libertad religiosa, afirmando que el derecho a la libertad religiosa era la «premisa y garantía de todas las libertades que aseguran el bien común de las personas y los pueblos»[11]. También enseñó que la Iglesia se esfuerza por hacer realidad la libertad religiosa en todos los países. Contrastemos esto con la enseñanza del Papa Pío IX (p. 6) cuando dice que la libertad religiosa es «en extremo perniciosa a la Iglesia Católica y a la salud de las almas».
En su primer párrafo, la Dignitatis Humanae afirma que la religión católica es la única religión verdadera. Sin embargo, no enseña que las demás religiones sean falsas e inmorales. Y, de hecho, si considerara que lo son, todo el documento sería incomprensible porque estaría enseñando que la falsedad e inmoralidad tienen los mismos derechos que la verdad y la virtud, lo que implicaría el colapso total de la ley y el orden.
Más bien, la Dignitatis Humane está escrita bajo la táctica del Modernismo. En el Modernismo, «la única religión verdadera» no significa la única religión verdadera (es decir, el catolicismo); significa cualquier religión que la mayoría de la gente piense que es la mejor expresión del impulso religioso colectivo contemporáneo. Todas las religiones son simplemente gradaciones de esta expresión, sin referencia a la verdad objetiva o a la bondad, es decir, sin referencia a Dios. Según estos principios, la Dignitatis Humanae echa por tierra no sólo la religión católica, sino toda religión. Por esta razón, San Pío X describió estos errores como falacias y enormidades muy alejadas de la enseñanza católica, que abren de par en par el camino al ateísmo[12].
El Papa Pío IX enseñó que la libertad civil de toda forma de culto conduce a corromper las costumbres y las mentes del pueblo, y a propagar la peste del indiferentismo[13]. Esta valoración de la libertad religiosa también se demuestra a posteriori. Pues en todos los países en los que la libertad religiosa está consagrada constitucionalmente, los ciudadanos se vuelven gradualmente cada vez menos religiosos y más ateos; éste es un paso necesario para que el Estado laico alcance el poder absoluto. Aumentar la indiferencia religiosa es un objetivo planificado del laicismo, que pretende amalgamar todas las religiones en un humanismo sin dogmas para que el Estado pueda alcanzar la autoridad absoluta sin la disonancia causada por las distinciones religiosas. Pero la disonancia causada por la distinción entre el catolicismo y las falsas religiones es algo profetizado por la Sagrada Escritura que durará hasta el Juicio Final. Esta es casi toda la substancia del Apocalipsis de San Juan. Lo que Dios ha profetizado no puede ser deshecho por el hombre.
SEGUNDO ERROR
ECUMENISMO
14. Tesis católica: es pecado fabricar la unidad religiosa entre la Iglesia Católica y las sectas no católicas
Sagrada Escritura:
«Subió el Ángel de Yahvé de Gálgala a Boquín, y dijo: “Yo os he sacado de Egipto, y os he introducido en el país que prometí con juramento a vuestros padres. Y dije: Jamás quebrantaré mi alianza con vosotros, si vosotros no hacéis alianza con los habitantes de esta tierra, y si derribáis sus altares. Pero no habéis obedecido mi voz. ¿Por qué habéis hecho esto? Por eso Yo por mi parte he dicho: No los expulsaré delante de vosotros, sino que quedarán a vuestro lado y sus dioses os serán un lazo”. Al decir el Ángel de Yahvé estas palabras a todos los hijos de Israel, el pueblo alzó la voz y se puso a llorar»[14].
«No os juntéis bajo un yugo desigual con los que no creen. Pues ¿qué tienen de común la justicia y la iniquidad? ¿O en qué coinciden la luz y las tinieblas? ¿Qué concordia entre Cristo y Belial? ¿O que comunión puede tener el que cree con el que no cree? ¿Y qué transacción entre el templo de Dios y los ídolos? Pues templo del Dios vivo somos nosotros, según aquello que dijo Dios: “Habitaré en ellos y andaré en medio de ellos; y Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y Yo os acogeré; y seré Padre para vosotros, y vosotros seréis para Mí hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso”»[15].
Magisterio: Papa Pío XI, Mortalium Animos, 1928.
«¿Y quién se atreverá a decir que ama a Jesucristo, si no procura con todas sus fuerzas realizar los deseos que Él manifestó al rogar a su Padre que sus discípulos fuesen una sola cosa? Y el mismo Jesucristo ¿por ventura no quiso que sus discípulos se distinguiesen y diferenciasen de los demás por este rasgo y señal de amor mutuo: en esto conocerán todos que sois mis discípulos, en que os améis unos a otros? ¡Ojalá –añaden los ecumenistas– fuesen una sola cosa todos los cristianos! Mucho más podrían hacer para rechazar la peste de la impiedad, que, deslizándose y extendiéndose cada más, amenaza debilitar el Evangelio. Estos y otros argumentos parecidos divulgan y difunden los llamados «pancristianos»… La obra en sí se promueve con tal celo que ha ganado una gran variedad de seguidores e incluso ha atrapado las mentes de los católicos con la fascinante esperanza de alcanzar una unión que parecería cumplir con la voluntad de la Santa Madre Iglesia, para quien nada es más sagrado que el llamado y el regreso de sus hijos errantes a su seno. Sin embargo, bajo las palabras seductoras se oculta un error tan grande que destruiría por completo los fundamentos de la fe católica».
«Y aquí se Nos ofrece ocasión de exponer y refutar una falsa opinión de la cual parece depender toda esta cuestión, y en la cual tiene su origen la múltiple acción y confabulación de los no católicos que trabajan, como hemos dicho, por la unión de las iglesias cristianas. Los autores de este proyecto no dejan de repetir casi infinitas veces las palabras de Cristo: “Sean todos una misma cosa… Habrá un solo rebaño, y un solo pastor”, mas de tal manera las entienden, que, según ellos, sólo significan un deseo y una aspiración de Jesucristo, deseo que todavía no se ha realizado. Opinan, pues, que la unidad de fe y de gobierno, nota distintiva de la verdadera y única Iglesia de Cristo, no ha existido casi nunca hasta ahora, y ni siquiera hoy existe: podrá, ciertamente, desearse, y tal vez algún día se consiga, mediante la concorde impulsión de las voluntades; pero entre tanto, habrá que considerarla sólo como un ideal… aseveran que están dispuestos a actuar gustosos en unión con la Iglesia Romana, naturalmente en igualdad de condiciones jurídicas, o sea de iguales a igual: mas si pudieran obrar así, no parece dudoso de que lo harían con la intención de que por un pacto o convenio por establecerse tal vez, no fueran obligados a abandonar sus opiniones que constituyen aun la causa por la que continúan errando y vagando fuera del único redil de Cristo».
«Siendo todo esto así, claramente se ve que ni la Sede Apostólica puede en manera alguna tener parte en dichos Congresos, ni de ningún modo pueden los católicos favorecer ni cooperar a semejantes intentos; y si lo hiciesen, darían autoridad a una falsa religión cristiana, totalmente ajena a la única y verdadera Iglesia de Cristo».
«Bien claro se muestra, pues, Venerables Hermanos, por qué esta Sede Apostólica no ha permitido nunca a los suyos que asistan a los citados congresos de acatólicos; porque la unión de los cristianos no se puede fomentar de otro modo que procurando el retorno a los disidentes a la única y verdadera Iglesia de Cristo, de la cual un día desdichadamente se alejaron».
«Porque siendo el Cuerpo Místico de Cristo, esto es, la Iglesia, uno, compacto y conexo, lo mismo que su cuerpo físico, necedad es decir que el Cuerpo Místico puede constar de miembros divididos y separados; quien, pues, no está unido con él no es miembro suyo, ni está unido con su cabeza, que es Cristo»[16].
Razonamiento teológico: No puede haber unidad entre una multiplicidad de cosas a menos que cada cosa dentro de la multiplicidad esté unida con las otras bajo un principio superior de unidad. Por ejemplo, un hombre y una mujer están unidos por el principio superior del matrimonio, en el que «serán dos en una sola carne»[17]. Del mismo modo, una multiplicidad de Estados independientes podría unirse bajo el principio superior de un gobierno central, que tendría autoridad sobre cada Estado miembro. Pero el principio de unidad de la Iglesia Católica es el Espíritu Santo, que es Dios, por encima del cual no existe ningún principio superior. Por lo tanto, la unidad entre la Iglesia Católica y las sectas no católicas es imposible.
15. Vaticano II: Discurso de apertura, Juan XXIII, 1962
«La solicitud de la Iglesia en promover y defender la verdad se deriva del hecho de que –según el designio de Dios “que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”– no pueden los hombres, sin la ayuda de toda la doctrina revelada, conseguir una completa y firme unidad de ánimos, a la que van unidas la verdadera paz y la eterna salvación. Desgraciadamente, la familia humana todavía no ha conseguido, en su plenitud, esta visible unidad en la verdad. La Iglesia Católica estima, por lo tanto, como un deber suyo el trabajar con toda actividad para que se realice el gran misterio de aquella unidad que con ardiente plegaria invocó Jesús al Padre celestial, estando inminente su sacrificio [Que todos sean uno, Jn. XVII, 11][18].
RESPUESTA. Es una blasfemia contra el Espíritu Santo afirmar que la Iglesia Católica es miembro de una familia cristiana desunida. La degrada convirtiéndola en un principio de unidad inferior a los esfuerzos del hombre por lograr la unificación religiosa. Puesto que la Iglesia no puede tener el deber de hacer lo que es blasfemo, la Iglesia no tiene el deber de trabajar para alcanzar la unidad visible con las sectas no católicas. Sólo tiene el deber de reconducirlas de la herejía y/o del cisma a la unidad católica.
16. Vaticano II: Unitatis Redintegratio, 8
«Es frecuente entre los católicos concurrir a la oración por la unidad de la Iglesia, que el mismo Salvador dirigió enardecido al Padre en vísperas de su muerte: “Que todos sean uno”. En ciertas circunstancias especiales, como sucede cuando se ordenan oraciones “por la unidad”, y en las asambleas ecumenistas es lícito, más aún, es de desear que los católicos se unan en la oración con los hermanos separados. Tales preces comunes son un medio muy eficaz para impetrar la gracia de la unidad y la expresión genuina de los vínculos con que están unidos los católicos con los hermanos separados: “Pues donde hay dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”»[19].
RESPUESTA. No existe ninguna costumbre católica de rezar por la unidad de la Iglesia con la oración «que todos sean uno». La tradición católica no conoce ninguna oración prescrita para este tipo de unidad.
El llamado «encuentro ecuménico» es un acontecimiento caracterizado por el diálogo mutuo y las oraciones por la unidad entre dos o más sectas religiosas. Pero rezar por la unidad, cuando Dios ya es el principio mismo de la unidad de la Iglesia, es dar testimonio de una falsa noción de unidad. Dar testimonio de falsedad es un pecado contra el octavo mandamiento. Por lo tanto, nadie puede participar en reuniones ecuménicas[20].
Puesto que el Espíritu Santo ya es el principio de la unidad de la Iglesia, las reuniones ecuménicas no pueden ser un medio eficaz para obtener la gracia de la unidad, ni tampoco una expresión de los llamados «lazos que unen» a los católicos con los no católicos. El Papa Pío XI dijo que cualquiera que apoye la teoría y la praxis del ecumenismo «abandona por completo la religión revelada por Dios»[21].
Aplicar las palabras de Nuestro Señor –donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos– a las reuniones ecuménicas, es una blasfemia, porque los que se reúnen en el nombre del Señor son los que se someten a sus enseñanzas, a sus mandamientos y al gobierno que estableció en San Pedro y sus sucesores. Pero los no católicos no se someten a estas cosas. Por lo tanto, Cristo no puede habitar en medio de reuniones ecuménicas. Afirmar que puede es decir que Dios consiente el mal, lo cual es otra blasfemia. La Sagrada Escritura lo atestigua:
«Quien dice que le ha conocido y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él» (I Jn. II, 4).
«Y si no escucha tampoco a la Iglesia, sea para ti como un pagano y como un publicano» (Mt. XVIII, 17).
OBJECIÓN. El Canon Romano reza: por tu santa Iglesia Católica, para que te dignes darle la paz, guardarla, unificarla y gobernarla. Igualmente, en las oraciones antes de la comunión, el sacerdote reza: no te fijes en mis pecados, sino en la fe de tu Iglesia, a la cual dígnate pacificar y unir conforme a tu voluntad. Pero éstas son oraciones por la unidad. Por lo tanto, es costumbre en la Iglesia orar por la unidad.
RESPUESTA. Las oraciones tradicionales por la unidad se refieren al fortalecimiento de los vínculos entre los miembros y la cabeza del Cuerpo Místico, no a la obtención de una unidad visible que todavía no se ha realizado. Del mismo modo, las oraciones tradicionales por la unidad de un matrimonio no son oraciones para que se obtenga una unidad que antes estaba ausente, sino para que se fortalezca la unidad que ya está presente en el matrimonio. Las oraciones ecuménicas por la unidad, por el contrario, piden que se obtenga una unidad que actualmente está ausente.
OBJECIÓN. Iesu Dulcissime Redemptor, el tradicional Acto de Consagración del Género Humano a Cristo Rey, dice: «Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos: devolvedlos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor»[22]. Pero el objetivo del ecumenismo no es más que la consecución de un solo rebaño y un solo Pastor. Por lo tanto, orar por la unidad ecuménica no es una novedad, sino algo tradicional.
RESPUESTA. Se trata de una oración por el fin de la herejía y del cisma. Es una oración para que los bautizados no católicos renuncien a sus errores y posturas cismáticas, para que se ponga fin a todos los pecados contra la unidad de fe y gobierno de la Iglesia Católica. Es una oración para que se ponga fin a la multiplicidad de falsos rebaños y falsos pastores, con el resultado de que sólo quede el único y verdadero rebaño, y el único y verdadero Pastor: la Iglesia Católica y su cabeza visible, el Romano Pontífice. No es una oración para obtener la unidad visible con las sectas no católicas que la Iglesia «aún no ha alcanzado plenamente», como dijo Juan XXIII en el discurso de apertura del Vaticano II.
17. Vaticano II: Unitatis Redintegratio, 3
«En tiempos sucesivos surgieron discrepancias mayores, separándose de la plena comunión de la Iglesia no pocas comunidades, a veces no sin responsabilidad de ambas partes».
RESPUESTA. La Iglesia Católica es santa, lo que significa que, aunque determinados miembros de la Iglesia puedan ser causa del mal, tomada como institución en su conjunto, no puede ser causa del mal. Pero el cisma es un mal. Por lo tanto, la Iglesia no puede ser causa de cisma[23].
OBJECIÓN. El Vaticano II no está culpando a toda la Iglesia como causa del cisma; sólo está diciendo que el escándalo de malos católicos individuales ha llevado a veces a otros católicos al cisma.
RESPUESTA. La responsabilidad de interpretar una enseñanza de la Iglesia es de los Romanos Pontífices. Pero los llamados «Papas» del Vaticano II han pedido perdón al mundo en nombre de los pecados de la Iglesia varias veces[24]. Por lo tanto, la interpretación sugerida anteriormente no concuerda con la interpretación oficial dada por los llamados «Papas». En cualquier caso, aunque ésta fuera la interpretación correcta, históricamente sería una afirmación falsa, porque no hay ningún ejemplo en la historia de un gran grupo de católicos que haya entrado en cisma como resultado del comportamiento escandaloso de otro católico.
La Iglesia Católica ha sido históricamente muy solícita en readmitir a sus hijos disidentes en la unidad con el Romano Pontífice. Por ejemplo, los griegos ortodoxos se reconciliaron (aunque brevemente) en los Concilios de Letrán IV, Lyon II y Florencia, los armenios también se reconciliaron en Florencia, los maronitas lo hicieron en Letrán V, las relaciones con los cristianos malabares y rutenos se restablecieron en el siglo XVI, los cristianos caldeos se reconciliaron en el siglo XIX, los siro-malabares se reconciliaron con el Papa Pío XI en 1923. Sin embargo, después de sesenta años de ecumenismo promovido por el Vaticano II, no se ha logrado la reconciliación con ningún grupo no católico. Esto se debe a que el ecumenismo no se orienta a la reconciliación de los herejes y cismáticos con la Iglesia Católica, sino a una fusión gradual entre la Iglesia y estas falsas religiones, lo que resulta en una masa indefinida de personas sin dogma, sin culto y sin gobierno.
18. Vaticano II: Unitatis Redintegratio, 6
«Cristo llama a la Iglesia peregrinante hacia una perenne reforma, de la que la Iglesia misma, en cuanto institución humana y terrena, tiene siempre necesidad hasta el punto de que, si algunas cosas fueron menos cuidadosamente observadas, bien por circunstancias especiales, bien por costumbres, por disciplina eclesiástica o también por formas de exponer la doctrina –que debe cuidadosamente distinguirse del depósito de la fe–, se restauren en el tiempo oportuno recta y debidamente».
RESPUESTA. Cristo no propone, ni puede proponer, absurdos o auto-lesiones a la Iglesia. El Papa Gregorio XVI enseñó que es «completamente absurdo e injurioso en alto grado decir que sea necesaria cierta restauración y regeneración para volverla a su incolumidad primitiva, dándole nuevo vigor, como si pudiera ni pensarse siquiera que la Iglesia está sujeta a defecto, ignorancia o cualesquier otras imperfecciones»[25]. Por lo tanto, Cristo no propone a la Iglesia una reforma continua por necesidad.
Pertenece a la indefectibilidad de la Iglesia el hecho de que nunca puede enseñar algo utilizando una determinada manera de hablar que conduzca a las almas al error o al pecado. Está protegida por el Espíritu Santo no sólo de enseñar el error en substancia, sino también de utilizar fórmulas o expresiones e instituir disciplinas que conduzcan a las almas al pecado. No hay ningún ejemplo en la historia de una doctrina enseñada por la Iglesia de manera poco clara que haya llevado a las almas al pecado. Por lo tanto, la Iglesia nunca tendrá necesidad de «corregir» ciertas «deficiencias» ni en sus disciplinas ni en el modo de formular la doctrina, porque en la Iglesia no puede haber deficiencias en estos ámbitos.
OBJECIÓN. Cuando rezaba ante el crucifijo, San Francisco de Asís oyó que Dios le decía: «Ve, Francisco, y repara mi casa, que, como ves, está cayendo en ruinas». Pero esto significaba que Dios proponía a San Francisco una reforma de la Iglesia. Además, en la colecta tradicional por San Pío V se dice que Dios le eligió para restaurar el culto de la Iglesia. Quo Primum (1570) también habla de una restauración del culto. Por lo tanto, Dios propone una reforma periódica de la Iglesia y de la religión católica.
RESPUESTA. Aunque esta anécdota ha sido interpretada por los Modernistas en el sentido de que Dios proponía a San Francisco reformar toda la Iglesia por medio de la Orden Franciscana, el propio santo no lo interpretó así, sino como una reparación literal de la ruinosa capilla de San Damián en Asís. Dios nunca corrigió esta interpretación, cosa que habría hecho si San Francisco no hubiera entendido la petición. Por lo tanto, este mandato divino al santo de Asís no puede haber significado una reforma de una Iglesia que se había arruinado en cuestiones de doctrina o disciplina.
En efecto, San Pío V fue llamado por Dios para restaurar el culto de la Iglesia en los lugares donde había caído bajo la influencia del protestantismo y de sus heréticos predecesores. Esta era la intención de Quo Primum. La palabra «restauración» no puede ser tomada como si implicara que toda la Iglesia se había alejado de su propio culto, porque no sólo es absolutamente imposible, sino que tampoco es históricamente cierto.
OBJECIÓN. El Concilio de Letrán V habla de una renovación de la Iglesia universal. El Vaticano II habla de lo mismo[26].
RESPUESTA. En efecto, Letrán V habla de una reforma y renovación del estado de la Iglesia universal[27]. Sin embargo, Letrán V no entendía esta «reforma» como una alteración de la substancia de la fe católica. La reforma y renovación de la que se ocupaba la sesión XII de Letrán V consistía en movilizar a la cristiandad para la guerra contra los turcos, lo que difícilmente puede calificarse de ecuménico. Este equívoco, en el que se cita Letrán V fuera de contexto para persuadir a los lectores de que el ecumenismo es tradicional, es típico del modernismo. Los Modernistas destruyen la fe tradicional y al mismo tiempo profesan que la defienden citando fuentes antiguas fuera de contexto.
19. Vaticano II: Unitatis Redintegratio, 8
«Sin embargo, no es lícito considerar la comunión en las funciones sagradas como medio que pueda usarse indiscriminadamente para restablecer la unidad de los cristianos. Esta comunión depende, sobre todo, de dos principios: de la significación de la unidad de la Iglesia y de la participación en los medios de la gracia. La significación de la unidad prohíbe de ordinario la comunión. La consecución de la gracia algunas veces la recomienda».
RESPUESTA. El pecado no es algo que esté prohibido de forma muy general pero que sea loable a veces. Por el contrario, el pecado está prohibido siempre y es loable nunca. Pero el culto en común con los no católicos (communicatio in sacris) es pecado. Por lo tanto, la communicatio in sacris está prohibida siempre, y nunca puede ser encomiable. La cooperación material mediata en el pecado sólo puede tolerarse cuando el acto no es intrínsecamente malo y cuando existe una razón proporcionada gravísima[28]. Un ejemplo de ello sería asistir a un funeral no católico de un pariente o amigo íntimo, sin participar, sin embargo, en los actos litúrgicos. La communicatio in sacris nunca es algo loable, como dice el Vaticano II.
20. Vaticano II: Unitatis Redintegratio, 9
«Conviene conocer la disposición de ánimo de los hermanos separados… Para lograrlo, es de gran valor por ambas partes las reuniones destinadas a tratar, sobre todo, cuestiones teológicas, donde cada uno pueda tratar a los demás de igual a igual».
RESPUESTA. Sólo la Iglesia Católica tiene autoridad de Dios para enseñar, gobernar y santificar a las naciones de la tierra con la verdadera doctrina, el culto apropiado y la moral perfecta. Todas las religiones falsas carecen de esta autoridad, prefiriendo en cambio seguir los engaños del diablo hacia el cisma y la herejía, separándose del Cuerpo Místico de Cristo. No existe el «igual a igual» entre los que tienen una misión de Dios y los que se esclavizan a los engaños del diablo. Lo que separa a las sectas de la Iglesia Católica no son las «disposiciones de ánimo» o las «cuestiones teológicas», sino el cisma. Lo que es «de gran valor» no son las reuniones, sino el arrepentimiento, la abjuración de esas falsedades y pecados, y la conversión a Cristo. Moisés no se reunió con el rebelde Coré y sus seguidores cismáticos para tratar de conocer la disposición de ánimo de sus hermanos separados[29]. El profeta Elías no se reunió con los profetas de Baal para discutir cuestiones teológicas de igual a igual[30]. Nuestro Bendito Señor nunca se reunió con adivinos paganos para discutir cuestiones teológicas.
OBJECIÓN. La Unitatis Redintegratio reconcilia el ecumenismo con las enseñanzas tradicionales al afirmar que, a pesar de estar separados de la «plena comunión» con la Iglesia Católica, «justificados por la fe en el bautismo, quedan incorporados a Cristo»[31]. Tanto el Concilio de Florencia como San Agustín apoyan esta postura.
RESPUESTA. El Vaticano II cita el Concilio de Florencia para defender el ecumenismo como doctrina tradicional[32]. El pasaje citado describe los efectos del bautismo en el alma debidamente dispuestos para educar a los armenios sobre los sacramentos. Uno de los efectos del bautismo, enseña este documento, es hacer al recién bautizado miembro de Cristo y de su cuerpo, la Iglesia[33]. Obviamente, el documento habla del bautismo católico en la Iglesia Católica, no del bautismo administrado fuera de la Iglesia ilícitamente; porque estos últimos bautismos de adultos, incluso cuando se administran válidamente, no confieren la pertenencia a la Iglesia, ya que en el mismo acto del bautismo el candidato está pecando al profesar cisma con la cabeza de la Iglesia. De ahí que no sorprenda que el mismo Concilio de Florencia enseñe también que el cuerpo de Cristo es la Iglesia[34], y que todos los que están fuera de este cuerpo, incluidos los cismáticos, a pesar de estar bautizados, irán al fuego eterno a menos que se reúnan con ella antes de morir[35]. Que los autores del Vaticano II citen el Concilio de Florencia en apoyo del ecumenismo es completamente absurdo.
Dado que los niños que carecen de uso de razón son incapaces de pecar, los menores de edad que son bautizados en sectas heréticas siempre han sido considerados miembros de la Iglesia Católica hasta que alcanzan la edad de la razón. Una vez alcanzada la edad de la razón, dejan de ser considerados miembros de la Iglesia.
El Vaticano II también cita a San Agustín en apoyo del ecumenismo[36]. La cita es de un sermón pronunciado durante el cisma donatista. En otro lugar, San Agustín describe este cisma como fundado por traidores, condenado por el Papa y el concilio, separado de todo el mundo y causa de división, violencia y derramamiento de sangre[37]. A principios del siglo V, la secta donatista se había hecho tan famosa por su inmoralidad y violencia que el propio emperador decidió intervenir. Intentó una solución pacífica. A través de un legado imperial, se organizó una disputa entre los obispos donatistas y católicos. Esta disputa se conoce como la Collatio del año 411. Fue poco antes de la Collatio cuando San Agustín pronunció este sermón sobre el Salmo XXXII, citado por el Vaticano II, en el que se refirió a los donatistas como «nuestros hermanos». Claramente su objetivo era infundir una disposición pacífica entre los católicos, cuya paciencia ya había sido severamente puesta a prueba, para que los obispos de ambos bandos pudieran ser libres de intentar una resolución ordenada del conflicto sin tumultos públicos. A pesar de referirse a los donatistas como «hermanos», también afirma explícitamente que están «separados del cuerpo»[38]. Este sermón no tenía nada que ver con el ecumenismo.
21. Ecumenismo: Conclusión
Unitatis Redintegratio es la declaración de intenciones del Vaticano II para alcanzar la unidad visible con los grupos no católicos. Tal empresa rechaza necesariamente la actual visibilidad y unidad de la Iglesia, el Cuerpo Místico de Cristo. Este error también está contenido en la Lumen Gentium, que se examinará más adelante.
La unidad de la Iglesia es aquella nota por la cual es una en la profesión de la misma fe, en la comunión de los mismos sacramentos válida, lícita y ciertamente celebrados, y en la sumisión a la misma autoridad legítima, es decir, al Romano Pontífice. Ninguna secta no católica tiene la nota de unidad cristiana, ni la tendrá nunca. Esta nota se encuentra sólo en la Iglesia Católica. Y es una nota propia, es decir, algo visible, por lo que se sabe que algo es una cosa determinada. La nota visible de unidad nunca dejará de estar en la Iglesia Católica, porque su principio de unidad es el Espíritu Santo.
En realidad, el ecumenismo no es algo religioso, sino político. Aunque es un intento de amalgamar diferentes religiones en una sola, esta futura unidad religiosa sería algo fabricado por los hombres, y como tal sería semejante a un mero negocio, corporación o Estado, bajo el dominio de los hombres. Es simplemente una parte del proyecto globalista más amplio de secularización social que se puso en marcha con la revuelta protestante; como tal, es intrínsecamente opuesto a la misión de la Iglesia: la salvación de las almas.
TERCER ERROR
LA SALVACIÓN POR MEDIO DE SECTAS NO CATÓLICAS
22. Tesis católica: Las sectas no católicas no son medios de salvación
Sagrada Escritura:
«No te harás estatua o imagen alguna de cuanto hay arriba en el cielo, ni de cuanto hay abajo en la tierra, ni de lo que se halla en las aguas debajo de la tierra; no las adorarás ni les darás culto, porque Yo, Yahvé, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen»[39].
«Sacan ellos del bolsillo el oro, y pesan la plata en la balanza; pagan a un platero, para que les haga un dios, ante el cual se postran y adoran. Lo cargan sobre los hombros y lo llevan, lo colocan en su lugar y allí se queda, sin moverse de su sitio. Aun cuando le invocan no responde, ni los salva de la tribulación»[40].
«Mas los tímidos e incrédulos y abominables y homicidas y fornicarios y hechiceros e idólatras, y todos los mentirosos, tendrán su parte en el lago encendido con fuego y azufre. Esta es la segunda muerte»[41].
Magisterio: Credo Atanasiano; Papa Bonifacio VIII, Unam Sanctam (1302); Concilio de Florencia; Papa Gregorio XVI, Mirari Vos (1832), Summo Jugitur (1832); Papa Pío IX, Singulari Quadam (1854), Quanto Conficiamur Moerore (1863), Syllabus de Errores (1864), Jam Vos Omnes (1868); Papa Pío XI, Mortalium Animos (1928).
«Quien quiera salvarse, ante todo es necesario que conserve la fe católica, la cual, a menos que cada uno la conserve íntegra y sin mácula, sin duda perecerá eternamente»[42].
«La Iglesia es una, santa, católica y apostólica. Creemos firmemente en ella y confesamos con sencillez que, fuera de ella, no hay salvación ni remisión de los pecados… Declaramos, proclamamos, definimos que es absolutamente necesario para la salvación que toda humana criatura esté sujeta al Romano Pontífice»[43].
«La Santa Iglesia Romana… firmemente cree, profesa y predica que nadie que no esté dentro de la Iglesia Católica, no sólo paganos, sino también judíos o herejes y cismáticos, puede hacerse partícipe de la vida eterna, sino que irá al fuego eterno que está aparejado para el diablo y, sus ángeles (Mt. XXV, 41), a no ser que antes de su muerte se uniere con ella»[44].
«Aquella perversa teoría extendida por doquier, merced a los engaños de los Impíos, y que enseña que puede conseguirse la vida eterna en cualquier religión, con tal que haya rectitud y honradez en las costumbres. Fácilmente en materia tan clara como evidente, podéis extirpar de vuestra grey error tan execrable. Si dice el Apóstol que hay un solo Dios, una sola fe, un solo bautismo, entiendan, por lo tanto, los que piensan que por todas partes se va al puerto de salvación»[45].
«Quien se adhiere al autor de un cisma no poseerá el reino de Dios»[46].
«Sólo hay una Iglesia Católica, verdadera y santa, que es la Iglesia Apostólica Romana. Sólo hay una Sede fundada en Pedro por la palabra del Señor, fuera de la cual no podemos encontrar ni la verdadera fe ni la salvación eterna»[47].
«Bien conocido es también el dogma católico, a saber, que nadie puede salvarse fuera de la Iglesia Católica, y que los contumaces contra la autoridad y definiciones de la misma Iglesia, y los pertinazmente divididos de la unidad de la misma Iglesia y del Romano Pontífice, sucesor de Pedro, «a quien fue encomendada por el Salvador la guarda de la viña», no pueden alcanzar la eterna salvación»[48].
«Cualquiera que luego fije su atención y reflexione sobre la situación en la que se encuentran las diversas sociedades religiosas, en desacuerdo entre ellas y separadas de la Iglesia Católica, que, sin interrupción, desde la época de Cristo Señor y sus Apóstoles, por medio de sus pastores legítimos siempre ha ejercido, y aún ejerce, el poder divino que le confiere el mismo Señor, tendrá que convencerse fácilmente de que en ninguna de esas sociedades, y ni siquiera en su conjunto, se puede reconocer de ninguna manera esa única Iglesia Católica que Cristo el Señor ha construido, constituido y quería que existiera. Tampoco se puede decir que son miembros y parte de esa Iglesia mientras permanezcan visiblemente separados de la unidad católica. Se deduce que estas sociedades, que carecen de esa autoridad viva establecida por Dios, quien enseña a los hombres en las cosas de la fe y en la disciplina de la moral, los dirige y gobierna en todo lo que concierne a la salvación eterna, cambia constantemente en sus doctrinas sin que la movilidad y la inestabilidad encuentren un final. Por lo tanto, todos pueden comprender fácilmente y darse cuenta de que esto está absolutamente en contraste con la Iglesia establecida por Nuestro Señor Jesucristo, en la cual la verdad siempre debe permanecer estable y nunca sujeta a ningún cambio, como un depósito confiado a ella para mantenerse perfectamente intacto: para este propósito recibió la promesa de la presencia y ayuda del Espíritu Santo para siempre»[49].
«La Iglesia Católica es la única que conserva el verdadero culto. Esta es la fuente de la verdad, la casa de la Fe, el templo de Dios: si alguno no entra aquí, o si alguno sale de ella, es extraño a la esperanza de la vida y de la salvación»[50].
Razonamiento teológico: Cristo quiso que los méritos de su muerte sacrificial salvadora en la cruz se distribuyeran a la humanidad no de manera errática, sino por medio de la Iglesia Católica, que es su Cuerpo Místico, su Esposa Inmaculada, el Templo del Espíritu Santo y el Reino de Dios. Cristo es la fuente de todas las gracias, y la Iglesia Católica es su distribuidora exclusiva. Pero no hay salvación sino por la gracia de Cristo. Por lo tanto, las sectas no católicas no son medios de salvación.
23. Vaticano II: Unitatis Redintegratio, 3
«Los hermanos separados practican no pocos actos de culto de la religión cristiana, los cuales, de varias formas, según la diversa condición de cada Iglesia o comunidad, pueden, sin duda alguna, producir la vida de la gracia, y hay que confesar que son aptos para dejar abierto el acceso a la comunión de la salvación. Por consiguiente, aunque creamos que las Iglesias y comunidades separadas tienen sus defectos, no están desprovistas de sentido y de valor en el misterio de la salvación, porque el Espíritu de Cristo no ha rehusado servirse de ellas como medios de salvación»[51].
RESPUESTA. No hay salvación fuera de la Iglesia Católica. Las sectas no católicas están fuera de la Iglesia Católica. Por lo tanto, las sectas no católicas no son medios de salvación.
Tampoco las sectas no católicas utilizan acciones litúrgicas de la religión cristiana. Pues la religión cristiana es la religión católica. Sólo las acciones litúrgicas de esta religión son lícitas y, como tales, engendran la vida de la gracia[52]. Las acciones litúrgicas de las falsas religiones y sectas son objetivamente pecaminosas, aun cuando su exterior se asemeje mucho al exterior católico; en consecuencia, se oponen a la vida de la gracia.
OBJECIÓN. El Vaticano II quiere decir que la salvación es más eficaz en la Iglesia Católica que en las sectas no católicas.
RESPUESTA. Todas las sectas no católicas rechazan públicamente la sumisión a la autoridad de la Iglesia divinamente designada por Cristo. Pero este rechazo de la autoridad es pecado y es imposible que uno pueda salvarse por medio del pecado. El pecado no es un medio de salvación menos eficaz, sino un impedimento para la salvación. Por lo tanto, no hay salvación por medio de sectas no católicas.
OBJECIÓN. El Papa Pío IX, en Quanto Conficiamur Moerore, dijo que la salvación es posible para los que obedecen diligentemente la ley natural y que viven una vida honesta. Pero parece que esto lo hacen muchos miembros de grupos religiosos ajenos a la Iglesia Católica. Por lo tanto, parece que Dios santifica y salva a los hombres fuera de la Iglesia.
RESPUESTA. El Papa Pío IX dijo que los que están en invencible ignorancia acerca de la verdadera religión, y que obedecen diligentemente la ley natural y viven una vida honesta son capaces de alcanzar la salvación[53]. Escribió:
«Sin embargo, también hay que tener por cierto que quienes sufren ignorancia de la verdadera religión, si aquélla es invencible, no son ante los ojos del Señor reos por ello de culpa alguna»[54].
La ignorancia invencible sobre la verdadera religión es una condición por la cual, sin culpa propia, es imposible conocer la verdadera religión. Alguien que está en ignorancia invencible sobre la verdadera religión, pero que obedece diligentemente la ley natural y vive una vida honesta, ya es miembro de la Iglesia implícitamente e in voto (de deseo). Es necesario para la salvación por necesidad de medio pertenecer a la Iglesia al menos implícitamente e in voto. Es necesario por necesidad de precepto pertenecer a la Iglesia in re (por pertenencia visible). La «necesidad de medio» se refiere al hecho de que, sin ella, la salvación no puede alcanzarse en absoluto. «Necesidad de precepto» se refiere al hecho de que, si se omitiera inculpablemente (sin culpa), uno todavía podría salvarse. Pero si se omite culposamente entrar en la Iglesia, uno no puede salvarse. Esto último es lo que significa el axioma extra Ecclesiam nulla salus[55].
El Papa Pío IX no está enseñando que los hombres modernos que conocen la Iglesia Católica, pero se niegan a someterse a ella, puedan salvarse por el mero hecho de pagar sus impuestos y ser amables con los animales. Enseña:
«Los contumaces contra la autoridad y definiciones de la misma Iglesia, y los pertinazmente divididos de la unidad de la misma Iglesia y del Romano Pontífice, sucesor de Pedro, «a quien fue encomendada por el Salvador la guarda de la viña», no pueden alcanzar la eterna salvación»[56].
24. Vaticano II: Unitatis Redintegratio, 15
«Todos conocen con cuánto amor los cristianos orientales celebran el culto litúrgico, sobre todo la celebración eucarística, fuente de la vida de la Iglesia y prenda de la gloria futura, por la cual los fieles unidos a su Obispo, teniendo acogida ante Dios Padre por su Hijo el Verbo encarnado, muerto y glorificado en la efusión del Espíritu Santo, consiguen la comunión con la Santísima Trinidad, hechos “partícipes de la naturaleza divina”. Consiguientemente, por la celebración de la Eucaristía del Señor en cada una de estas Iglesias, se edifica y crece la Iglesia de Dios, y por la concelebración se manifiesta la comunión entre ellas».
RESPUESTA. El término «fieles» se refiere a los laicos católicos y nunca ha sido utilizado en ninguna enseñanza oficial para referirse a herejes y/o miembros de sectas. En este contexto, sin embargo, el lector debe entender que el significado del término se ha ampliado para referirse a los miembros laicos de las sectas cismáticas focianas (comúnmente llamadas ortodoxos griegos, ortodoxos rusos, ortodoxos armenios, etc.). Los miembros de estas sectas no son miembros de la Iglesia Católica. No están unidos a su obispo en el mismo sentido en que los católicos están unidos al suyo. Porque los obispos católicos son autoridades por derecho divino, con verdadera jurisdicción, y como tal, cada obispo católico es el principio de unidad dentro de su diócesis. Los obispos focianos están constituidos ilegalmente, y no tienen autoridad sobre nadie. No tienen ningún principio de unidad, excepto los lazos naturales del afecto humano que unen a los miembros de cualquier organización. Pero estos lazos naturales no son suficientes para constituir la Iglesia, ni la Iglesia experimenta una edificación o crecimiento dentro de estas sectas.
El Vaticano II enseña también que, en sus celebraciones eucarísticas, los cismáticos focianos acceden a Dios Padre a través del Hijo, el Verbo encarnado[57]. Sin embargo, así como es posible recibir la Sagrada Comunión en estado de pecado mortal y, al hacerlo, merecer un castigo[58], también es posible celebrar la Misa de manera que merezca castigo. Toda Misa celebrada fuera de la Iglesia Católica es objetivamente pecaminosa, porque estas Misas son una protesta pública y una rebelión abierta contra la autoridad divinamente designada del Romano Pontífice y la misión de la Iglesia Católica. Y lo que es objetivamente pecaminoso no es un medio de acceder a Dios Padre a través del Hijo (ver pp. 29-31).
Las sectas focianas tampoco son «iglesias» en las que tiene lugar la celebración de la Sagrada Eucaristía. La Unitatis Redintegratio n. 3 intenta presentar esta novedad como si fuera una enseñanza tradicional, citando los concilios de Letrán IV, Lyon II y Florencia para referirse a los grupos cismáticos como «iglesias». Sin embargo, estos concilios se refirieron a los griegos como «iglesias» porque se refieren a ellos tal como eran antes de que se produjeran los cismas, o después de que los cismas fueran sanados. No se refieren a los griegos en su condición actual de cisma como «iglesias particulares» dentro de la Iglesia de Cristo, tal como las llamó Benedicto XVI[59].
Tampoco la tradición de la concelebración en la liturgia fociana es una manifestación de unidad. Porque algo sensible sólo es manifestación de algo inmaterial si, antes que nada, esa cosa inmaterial existe. Pero la unidad no existe entre los diversos grupos focianos. Por lo tanto, la concelebración fociana no puede ser una manifestación de unidad. Por ejemplo, los anillos de boda son símbolos de estar casado, pero si uno no está realmente casado, el mero uso de los anillos no manifiesta el matrimonio.
25. La salvación por medio de sectas no católicas: Conclusión
El error de la salvación por medio de sectas no católicas va más allá del mero protestantismo. Mientras que Martín Lutero animaba a la gente a pecar audazmente, con la promesa de que sólo la fe es necesaria para la salvación, ni siquiera él afirmó nunca que el Espíritu Santo utiliza el pecado como medio de salvación.
Este error también va más allá del mero secularismo. Pues el secularismo está interesado puramente en este mundo y en esta vida. Desea la supresión política del reino social de la Iglesia Católica mediante la sanción de la libertad religiosa civil y el ecumenismo. No le interesan las doctrinas relativas a la bienaventuranza sobrenatural.
De hecho, es el Modernismo la base del error de la salvación por medio de las sectas no católicas. En el Modernismo, cualquier culto en cualquier religión es bueno porque es la expresión de sentimientos y necesidades interiores. En el Modernismo, toda doctrina, incluso la falsa, es «verdadera» porque es la proyección externa de las convicciones religiosas comunitarias de un pueblo. El Vaticano II no utiliza ni una sola vez el lenguaje falsas religiones, falsas doctrinas, cultos impíos o sectas cismáticas. La razón es que en el Modernismo no existe ninguna referencia objetiva a la verdad o a la bondad. Toda doctrina, culto y moral son meras expresiones de la comunidad humana en evolución, y son capaces de ser expresiones plenas o menos plenas. Nunca pueden ser objetivamente falsas o pecaminosas.
Para los Modernistas, pues, salvación significa cualquier integración exitosa de algún sentido religioso comunitario con una expresión externa. Por eso el Vaticano II afirma que el culto religioso falso da acceso a la comunidad de salvación. De este modo, la noción misma de salvación se reduce a algo totalmente naturalista, e incluso pagano.
CUARTO ERROR
NEGACIÓN DE LA VISIBILIDAD Y DE LA UNIDAD DE LA IGLESIA CATÓLICA
26. Tesis católica. La Iglesia Católica es idéntica a la Iglesia de Cristo, que es visible y está unida, y cuyo principio de unidad es el Espíritu Santo
Credo Niceno-Constantinopolitano:
«Creo en la Iglesia una, santa, católica y apostólica».
Sagrada Escritura:
«Vosotros sois la luz del mundo. No puede esconderse una ciudad situada sobre una montaña»[60].
«Pues, así como tenemos muchos miembros en un solo cuerpo, y no todos los miembros tienen la misma función, del mismo modo los que somos muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, pero en cuanto a cada uno somos recíprocamente miembros»[61].
Magisterio: Papa León XIII, Satis Cognitum (1896); Papa Pío XII, Mystici Corporis, (1943).
«Jesucristo no concibió ni instituyó una Iglesia formada de muchas comunidades que se asemejan por ciertos caracteres generales, pero distintas unas de otras y no unidas entre sí por aquellos vínculos que únicamente pueden dar a la Iglesia la individualidad y la unidad de que hacemos profesión en el símbolo de la fe: “Creo en la Iglesia una”…»[62].
«Por lo cual se apartan de la verdad divina aquellos que se forjan la Iglesia de tal manera, que no pueda ni tocarse ni verse, siendo solamente un ser neumático, como dicen, el que muchas comunidades de cristianos, aunque separadas mutuamente en la fe, se junten, sin embargo, por un lazo invisible… Pero entre los miembros de la Iglesia sólo se han de contar de hecho los que recibieron las aguas regeneradoras del Bautismo, y, profesando la verdadera fe, no se hayan separado, miserablemente, ellos mismos, de la contextura del Cuerpo, ni hayan sido apartados de él por la legítima autoridad a causa de gravísimas culpas. Porque todos nosotros –dice el Apóstol– somos bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo Cuerpo, ya seamos judíos, ya gentiles, ya esclavos, ya libres. Así que, como en la verdadera congregación de los fieles existe un solo Cuerpo, un solo Espíritu, un solo Señor y un solo Bautismo, así no puede haber sino una sola fe; y, por lo tanto, quien rehusare oír a la Iglesia, según el mandato del Señor, ha de ser tenido por gentil y publicano. Por lo cual, los que están separados entre sí por la fe o por la autoridad, no pueden vivir en este único Cuerpo, ni tampoco, por lo tanto, de este su único Espíritu»[63].
Razonamiento teológico: Lo que está desunido no existe, en cuanto que no es una cosa, pues la unidad es convertible con el ser. Pero la Iglesia Católica existe. Por lo tanto, la Iglesia Católica tiene unidad.
Para ilustrar este punto, debemos hacer una distinción entre ser una cosa y llegar a ser una cosa. Cuando una cosa tiene ser, también tiene unidad. Si afirmo que mi perro existe, también estoy afirmando que tiene ser y es una cosa única y unificada. Pero cuando una cosa se está convirtiendo en otra, significa necesariamente que todavía no existe ni tiene unidad como esa cosa. Por ejemplo, si afirmo que me estoy convirtiendo en sacerdote, necesariamente estoy afirmando que actualmente no lo soy, es decir, no tengo ser como sacerdote y no tengo unidad como sacerdote.
Como veremos, el Vaticano II afirma tanto que la Iglesia está unida, como que también está impulsada hacia la unidad, es decir, a volverse unida. Pero esto es lo mismo que decir que la Iglesia existe y que también se está convirtiendo en Iglesia. Equivale a afirmar que soy sacerdote y que también me estoy convirtiendo en sacerdote, o que mi perro existe y que también se está convirtiendo en perro. Es una contradicción.
27. Vaticano II: Lumen Gentium, 8
«Esta es la única Iglesia de Cristo, que en el Símbolo confesamos como una, santa, católica y apostólica, y que nuestro Salvador, después de su resurrección, encomendó a Pedro para que la apacentara, confiándole a él y a los demás Apóstoles su difusión y gobierno, y la erigió perpetuamente como columna y fundamento de la verdad. Esta Iglesia, establecida y organizada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia Católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él, si bien fuera de su estructura se encuentren muchos elementos de santidad y verdad que, como bienes propios de la Iglesia de Cristo, impelen hacia la unidad católica».
RESPUESTA. Cuando Nuestro Señor se apareció a Saulo en el camino de Damasco, no le dijo: «Saulo, Saulo, ¿por qué persigues la estructura visible en la que subsiste mi Iglesia?». Dijo: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?»[64]. Esto se debe a que no hay distinción entre el Cuerpo Místico de Cristo y la Iglesia. Todos los católicos están obligados a afirmar que son una y la misma cosa[65]. La distinción que hace el Vaticano II entre el concepto abstracto «Iglesia de Cristo» y la realización concreta y visible de este concepto en la sociedad de la «Iglesia Católica» es una distinción falsa que no se encuentra en ninguna parte de la doctrina católica. Sólo hay una Iglesia visible: la Iglesia Católica.
Santificar algo es hacerlo santo. Pero nada se santifica si no es por la gracia santificante. Y la fuente de toda gracia es Cristo. Pero la gracia de Cristo no se aplica a los hombres sino por medio de la Iglesia Católica. Y la Iglesia Católica es por naturaleza una organización visible. Por lo tanto, todas las cosas son santificadas por medio de la sociedad visible que es la Iglesia Católica.
No existen «elementos de santificación» fuera de la estructura visible de la Iglesia[66]. De hecho, no existen «elementos» de santificación. La santificación es algo binario: o se es santificado y, al mismo tiempo, miembro de la Iglesia visible, o no. No puede dividirse en elementos constitutivos. Es como ser ciudadano de los Estados Unidos. O se es ciudadano de Estados Unidos visible o no se es. No existe tal cosa como tener elementos de ciudadanía.
OBJECIÓN. «Subsiste en» puede interpretarse en el mismo sentido que «es». Al interpretar documentos ambiguos, debemos favorecer la interpretación católica. Por lo tanto, este extracto puede interpretarse en el sentido de que la Iglesia de Cristo es la Iglesia Católica.
RESPUESTA. En la Iglesia, la doctrina debe interpretarse del modo en que la autoridad la interpreta. En 2007, se preguntó a la Congregación para la Doctrina de la Fe, bajo Benedicto XVI, por qué se utilizaba la expresión «subsiste en» en lugar de la palabra «es», utilizada por el Papa Pío XII[67]. Siguiendo el ejemplo de Lumen Gentium, la Congregación simplemente enseñó que «subsiste en» significaba «plena identidad», entendiendo que hay gradaciones menores de identidad, y que incluyen sectas no católicas que contienen elementos de santificación y verdad que impulsan hacia la unidad católica[68]. Ahora bien, si los elementos de la Iglesia de Cristo están impulsando hacia la unidad, entonces la Iglesia de Cristo no puede estar unida ahora mismo. Simplemente se está uniendo. Y si no está unida ahora, entonces está desunida. Pero la Iglesia Católica no está desunida. Por lo tanto, según la declaración oficial emitida con la aprobación explícita de Benedicto XVI, la Iglesia de Cristo no puede ser la misma que la Iglesia Católica.
Los que profesan que la autoridad de los «Papas» del Vaticano II es una autoridad verdadera, deben ceder su asentimiento a esta enseñanza. No son libres de adherirse a una interpretación contraria a ella. Quienes afirman que «subsiste en» significa «es» están adoptando una posición contraria al Vaticano II, a Juan Pablo II[69] y a Benedicto XVI. Francisco insistió en este punto cuando dijo: «O se está con la Iglesia y por lo tanto se sigue el Concilio, y si no se sigue el Concilio o se interpreta a su manera, como se quiere, no se está con la Iglesia. Debemos ser exigentes y estrictos en este punto»[70].
OBJECIÓN. El Papa Clemente XI condenó la proposición de Quesnel de que no hay gracia dada fuera de la Iglesia[71]. Pero la gracia es un elemento de santificación. Por lo tanto, hay elementos de santificación fuera de la Iglesia.
RESPUESTA. En efecto, el término de muchas de las gracias se encuentra fuera de la Iglesia; de lo contrario, nadie se convertiría ni se haría miembro de la Iglesia, y no habría demérito alguno por no cooperar con la gracia. Sin embargo, aunque la gracia se dirija fuera de la Iglesia, el dador de esta gracia es Cristo, que la da por medio de la Iglesia. El Papa Pío XII enseñó que: «Y bien pudiera, en verdad, haberla repartido directamente por sí mismo al género humano, pero quiso hacerlo por medio de una Iglesia visible en que se reunieran los hombres»[72].
OBJECIÓN. El Vaticano II enseña que las fuerzas que impulsan hacia la unidad católica y que se encuentran fuera de la estructura visible son las gracias que disponen a las almas para la santificación y la unidad con la Iglesia. La razón por la que el Vaticano II enseña que no se encuentran en las estructuras visibles de la Iglesia es que en realidad no santifican ni causan la pertenencia a la Iglesia, pero sí disponen o impulsan a las almas hacia la santificación y la unidad.
RESPUESTA. El Vaticano II dice explícitamente que las fuerzas que impulsan hacia la unidad y que se encuentran fuera de la estructura visible son elementos de santificación. La doctrina católica es que las gracias que disponen a las almas para la santificación (y, en consecuencia, las impulsan hacia la unidad con la Iglesia) no son gracias santificantes, sino gracias actuales. Estas últimas gracias no hacen a una persona miembro de la Iglesia, sino que simplemente la disponen para la pertenencia. Es imposible estar en estado de gracia santificante si no se es ya miembro de la Iglesia al menos in voto (de deseo). Por lo tanto, es imposible que pueda haber elementos de santificación fuera de la Iglesia.
OBJECIÓN. El Vaticano II sólo dice que hay personas que carecen de las notas visibles de pertenencia a la Iglesia, pero que, sin embargo, están en estado de gracia. Estas son las personas fuera de las estructuras visibles que son impulsadas hacia la unidad.
RESPUESTA. Si alguien está en estado de gracia, aunque carezca de las notas visibles de membresía, necesariamente ya es miembro de la Iglesia in voto (de deseo). No es impulsado hacia la unidad, puesto que ya la tiene. Es impulsado a las notas visibles de la pertenencia: la profesión de fe, los sacramentos y la sumisión al Romano Pontífice.
OBJECIÓN. Los sacramentos válidos existen fuera de la Iglesia. Y los sacramentos válidos santifican. Por lo tanto, los elementos de santificación existen fuera de la Iglesia.
RESPUESTA. Los sacramentos válidos se administran a menudo fuera de la Iglesia. Salvo casos de extrema necesidad, estos sacramentos son pecados. Administrarlos es contrario a la ley divina, ya que el administrador cismático del sacramento no tiene misión divina. Recibirlos es una especie de communicatio in sacris: comunicar en asuntos divinos con ministros ilícitos. Es imposible santificarse por medio del pecado. Por lo tanto, no existen elementos de santificación fuera de la Iglesia.
Ahora bien, los que están en estado de gracia pueden ser invenciblemente ignorantes sobre el hecho de que tales sacramentos se administran pecaminosamente. Esto significa que, sin culpa suya, simplemente no saben ni pueden saber que el sacramento está siendo administrado pecaminosamente. Este es el caso, por ejemplo, de los niños que no tienen uso de razón. En este caso, la culpa del pecado no se imputa a esa persona. Si estas almas reciben alguna gracia cuando se les administra el sacramento, no se debe a la pecaminosidad de la acción, sino a la misericordia de Dios, que las perdona sólo porque «no saben lo que hacen»[73]. El sacramento confiere la gracia santificante al receptor no por la ilicitud del acto, sino por la disposición del receptor, que no sabe ni puede saber, que lo que hace está mal. Sin embargo, en sí mismos, los sacramentos administrados por los cismáticos no son elementos de santificación, como afirma el Vaticano II, sino más bien pecados[74].
Los sacramentos son propiedad exclusiva de la Iglesia Católica. No se encuentran fuera de la Iglesia salvo como objetos robados. Así como estaría mal pagar y aceptar dinero robado, también está mal administrar y recibir sacramentos de ministros cismáticos. Y algo que está mal no puede ser elemento de santificación. No se podría decir que el dinero robado es un elemento que impulsa a la unidad entre el ladrón y el hombre que fue robado por el ladrón. Del mismo modo que el ladrón debe arrepentirse y restituir por sus malas acciones, el ministro cismático debe arrepentirse y restituir por las suyas. Si hay santificación en un sacramento conferido por un ministro cismático, no es porque se haya conferido en un contexto cismático, sino porque la disposición particular del receptor es tal que la culpa no se imputa (por ejemplo, si alguien está por debajo de la edad de la razón o es invenciblemente ignorante).
Después de que muchos clérigos franceses firmaran la cismática Constitución Civil del Clero (1790), se planteó la cuestión de si los fieles podían acercarse a ellos para bautizarse. El Papa Pío VI respondió lo siguiente:
«No está permitido recibir el bautismo de los clérigos intrusos salvo en casos de extrema necesidad y si no se puede encontrar a nadie más para dar el bautismo; el sacramento debe ser conferido por clérigos legítimos o por otros provistos de su permiso».
«Pues, como el pastor intruso es ciertamente cismático, y su cisma es evidente, se sigue que la acción de un católico que se dirige al clérigo intruso para que le administre el bautismo es, desde todo punto de vista, viciosa, mala y prohibida; en efecto, sería comulgar con los cismáticos en materias divinas y en la maldad misma del cisma, que es por su misma naturaleza un mal, y por lo tanto prohibido tanto por la ley natural como por la divina»[75].
Ahora bien, algo que es vicioso, malo, perverso y prohibido por la ley natural y divina no puede ser un elemento de santificación.
28. Vaticano II: Lumen gentium, 9
«Dios formó una congregación de quienes, creyendo, ven en Jesús al autor de la salvación y el principio de la unidad y de la paz, y la constituyó Iglesia a fin de que fuera para todos y cada uno el sacramento visible de esta unidad salutífera».
RESPUESTA. La Iglesia no está formada sólo por los que tienen la virtud de la fe. La virtud de la fe es invisible. Por lo tanto, un conjunto de personas que tienen fe no constituye la Iglesia visible. Constituye un conjunto de personas con una cualidad invisible, y nada más.
Que el Vaticano II identifique como Iglesia a este conjunto de personas «quienes, creyendo, ven a Jesús» equivale a decir que la Iglesia es invisible. Pero la Iglesia es visible por naturaleza. Por lo tanto, la Iglesia no está formada por los que, creyendo, ven a Jesús. La Iglesia consiste en los católicos bautizados en unión con, y sometidos a, el Romano Pontífice, y en comunión y profesión de la fe católica[76]. Estas son las cosas sensibles que constituyen la Iglesia como sociedad visible.
29. Negación de la visibilidad y unidad de la Iglesia: Conclusión
Este error es la justificación intelectual del ecumenismo[77]. Pues si ya no es pecado para los católicos fabricar la unidad visible con sectas no católicas, tal como sostiene la herejía del ecumenismo, entonces se deduce que actualmente no existe unidad visible. La Lumen Gentium proporciona la negación lógica de esa unidad necesaria para que el ecumenismo tenga sentido.
En la Lumen Gentium, la Iglesia de Cristo se presenta como una organización invisible formada tanto por católicos como por cristianos no católicos, todos aquellos que «creyendo, ven a Jesús» y desean avanzar hacia la unidad y la paz. La Iglesia Católica, por el contrario, se presenta como un complexus de componentes visibles y organizativos superpuestos a la «Iglesia de Cristo» invisible como una manifestación particular de este espíritu, manifestación que tiene la «plenitud» de la Iglesia de Cristo, pero que no es exclusivamente idéntica a ella.
El Código de Derecho Canónico de 1983 incorpora esta herejía mediante su novedosa distinción entre christifideles catholici (can. 844) y christifideles (can. 204), o «los fieles cristianos católicos» y «los fieles cristianos». Los primeros pertenecen a la organización visible («Iglesia Católica»), y los segundos a la organización invisible («Iglesia de Cristo»).
Al negar la identidad exclusiva de la Iglesia de Cristo con la Iglesia Católica, el Vaticano II sitúa a la Iglesia Católica al mismo nivel que cualquier secta. En cuanto a las sectas no católicas, según el Catecismo Romano, «es necesario que estén sujetos a los errores más perniciosos de la doctrina y la moral, ya que son conducidos por el espíritu del diablo»[78]. Pero la Iglesia Católica, infalible e indefectible, jamás puede ser movida por el más mínimo error doctrinal o moral, ni dejarse llevar por el espíritu del diablo. Por lo tanto, la Iglesia Católica no es una secta cristiana, sino el único y verdadero Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia del Dios vivo, «columna y fundamento de la verdad»[79].
QUINTO ERROR
COMUNIÓN PARCIAL
30. Tesis católica: La unidad de la Iglesia es aquella nota por la cual se distingue de las demás sociedades
Sagrada Escritura:
«Quien no está conmigo, está contra Mí, y quien no amontona conmigo, desparrama»[80].
«Y si no escucha tampoco a la Iglesia, sea para ti como un pagano y como un publicano»[81].
«¿Qué concordia entre Cristo y Belial? ¿O que comunión puede tener el que cree con el que no cree?»[82].
Magisterio: Papa San León Magno, Sermo CXXIX; Papa Pío IX, Etsi Multa (1873); Papa León XIII, Satis Cognitum, (1896).
«Por lo tanto, puesto que fuera de la Iglesia Católica no hay nada sin mancha, declarando el Apóstol que “todo lo que no es de fe es pecado”, no somos en modo alguno semejantes a los que están divididos de la unidad del Cuerpo de Cristo; no estamos unidos en comunión»[83].
«En consecuencia, de esta Sede Apostólica, en la que el bienaventurado San Pedro vive, preside y reparte la fe a todos los que la buscan, brotan para todos los derechos de la santa Comunión; y está fuera de toda duda que esta misma Sede constituye para todas las demás Iglesias expandidas por el orbe entero lo que es la cabeza para el resto de los miembros, de la que, si alguno se separa, se aparta de la Religión cristiana, pues ha roto la trabazón con la misma»[84].
«Jesucristo no concibió ni instituyó una Iglesia formada de muchas comunidades que se asemejan por ciertos caracteres generales, pero distintas unas de otras y no unidas entre sí por aquellos vínculos que únicamente pueden dar a la Iglesia la individualidad y la unidad de que hacemos profesión en el símbolo de la fe: “Creo en la Iglesia una”…»[85].
31. Juan Pablo II: Dominus Jesus, 17
«Por eso, también en estas Iglesias [ortodoxas orientales] está presente y operativa la Iglesia de Cristo, si bien falta la plena comunión con la Iglesia Católica»[86].
RESPUESTA. La Iglesia de Cristo es idéntica a la Iglesia Católica. Son dos términos que significan exactamente lo mismo. Ahora bien, las sectas ortodoxas orientales (focianas) no son miembros de la Iglesia Católica. Por lo tanto, la Iglesia de Cristo no está presente y operativa en las iglesias cismáticas focianas. Porque una cosa no puede estar presente y operativa y, al mismo tiempo, carecer de existencia. Por ejemplo, si el ejército estadounidense está presente y operativo en el Océano Pacífico, se deduce necesariamente que existe en el Océano Pacífico. Si la Iglesia de Cristo está presente y operativa en las sectas cismáticas, equivale a decir que existe en las sectas cismáticas. Esto es un error.
El error de que la Iglesia de Cristo está parcialmente dividida en sectas cismáticas tiene su origen en el teólogo protestante Oscar Cullmann (1902-1999). Cullmann fue alumno del modernista Alfred Loisy[87]. También fue ecumenista durante toda su vida y amigo personal de Pablo VI. Estuvo presente en el Vaticano II oficialmente sólo como observador; sin embargo, en el orden práctico, fue consultor teológico de los redactores de los esquemas. Defendió la idea de una escatología inaugurada, en la que el «acontecimiento de Cristo», que también denominó «misterio pascual», inaugura una era en la que el reino de Dios se encuentra en una fase incompleta; está en unión parcial con Cristo, pero progresa hacia la unión completa, y sólo estará plenamente unido a Él en el eschaton, o fin de la era. Cullmann negó que Cristo estableciera un reino perfecto; más bien afirmó que sólo tuvo una idea de un reino que hasta el día de hoy permanece en estado de imperfección. Veía a la Iglesia Católica como una secta equivalente a los focianos y protestantes, que colaboraba con ellos hacia la perfección del reino. El ecumenismo, para Cullmann, era la forma en que el reino se esfuerza y gime hacia su culminación final, que consistirá finalmente en una unidad fabricada de todas las sectas religiosas entre sí y con Dios. Lumen Gentium expresa exactamente la misma idea:
«Por esto [la venida del Espíritu Santo] la Iglesia… recibe la misión de anunciar el reino de Cristo y de Dios e instaurarlo en todos los pueblos, y constituye en la tierra el germen y el principio de ese reino. Y, mientras paulatinamente va creciendo, anhela simultáneamente el reino consumado y con todas sus fuerzas espera y ansía unirse con su Rey en la gloria»[88].
32. Juan Pablo II: Ut Unum Sint, 14
«De acuerdo con la gran Tradición, atestiguada por los Padres de Oriente y Occidente, la Iglesia Católica cree que en el evento de Pentecostés Dios manifestó ya la Iglesia en su realidad escatológica, que Él había preparado “desde el tiempo de Abel el Justo”. Está ya dada. Por este motivo, nosotros estamos ya en los últimos tiempos. Los elementos de esta Iglesia ya dada existen, juntos en su plenitud, en la Iglesia Católica y, sin esta plenitud, en las otras Comunidades, donde ciertos aspectos del misterio cristiano han sido a veces puestos de relieve más eficazmente. El ecumenismo trata precisamente de hacer crecer la comunión parcial existente entre los cristianos hacia la comunión plena en la verdad y en la caridad».
RESPUESTA. Pentecostés fue el nacimiento de la Iglesia Católica. No fue un acontecimiento en el que surgió una pluralidad de sectas con diversos grados de plenitud ecuménica para unirse en los últimos tiempos. Los elementos del misterio cristiano no se han puesto de relieve con mayor eficacia en las sectas no católicas que en la Santa Iglesia Católica. Insinuar que otras religiones son más eficaces en la enseñanza de la fe que la Iglesia Católica es una blasfemia.
El ecumenismo no es el medio por el que la Iglesia se une plenamente a las comunidades con las que ahora sólo está parcialmente unida. La Iglesia no está parcialmente unida a ninguna otra sociedad religiosa. Es exclusiva de todas las demás sociedades religiosas, y siempre lo seguirá siendo.
Tanto Lumen Gentium como Ut Unum Sint contienen errores que se derivan lógicamente del error de Cullmann de la escatología inaugurada. La Declaración de Abu Dhabi de Francisco, también conocida como Documento sobre la Fraternidad Humana para la Paz Mundial y la Convivencia (2019), en la que se afirma que Dios quiere una pluralidad de religiones, está en perfecto acuerdo con los errores de la escatología inaugurada y la comunión parcial.
33. Comunión parcial: Conclusión
Ya hemos visto que el modernismo sostiene que no existe el error, sino sólo grados de verdad. Sostiene que no existe el mal, sino sólo grados de bondad. Sostiene que no existe la condenación, sino sólo grados de salvación. De acuerdo con estas nociones, los autores del Vaticano II inventaron la noción de comunión parcial, en la que no existe tal cosa como estar fuera de la Iglesia, sino simplemente grados de pertenencia, que van de plena a parcial.
La enseñanza católica es que la comunión con la Iglesia es algo binario, como estar en estado de gracia. O se está en gracia o no se está; no existe el estado de gracia parcial. Lo mismo ocurre con la pertenencia a la Iglesia. O se es miembro de la Iglesia o no se es.
Bajo la rúbrica del ecumenismo, todas las religiones deben trabajar juntas para fabricar una unidad religiosa secular. Esta unidad no tiene nada que ver con Dios ni con el cristianismo. No es más que una homogeneización cultural, el cumplimiento de ideologías masónicas y liberales que datan del periodo de la Ilustración. Tiene un objetivo: la eliminación gradual de todas las distinciones religiosas hasta que sólo quede una religión, la «religión» del humanismo sin dogma. La comunión parcial es una declaración política de progreso hacia la coalescencia religiosa, preludio necesario del Estado laico absoluto.
CONCLUSIÓN
LA SÍNTESIS DE TODAS LAS HEREJÍAS
34. El modernismo del Vaticano II
En este repaso de los errores del Vaticano II hemos profundizado sobre el espíritu del Modernismo que se extendió por el clero católico del siglo XX tras la muerte de San Pío X. El modernismo es una herejía polifacética, que pretende desacreditar a la Iglesia Católica en todos los ámbitos: teología, filosofía, historia, derecho, liturgia, Escritura, apologética, etc. Para concluir este artículo, examinaremos brevemente la influencia del modernismo en cada uno de los errores señalados anteriormente.
El modernismo deriva del liberalismo. Todos los liberales rechazan la noción según la cual el gobierno civil está obligado a aceptar la revelación divina suficientemente propuesta, afirmando en cambio que está obligado a permanecer neutral ante la revelación divina. El liberalismo parte de la premisa de que el gobierno civil debe ser neutral con respecto a la religión, sin hacer distinciones entre religiones buenas o malas; debe conceder libertad a las numerosas religiones existentes en su territorio, permitiéndoles practicar su fe abiertamente, siempre que no perturben el orden público. De ahí que veamos en el Vaticano II la audaz proclamación del derecho a la libertad religiosa, que el Papa Gregorio XVI calificó de locura.
El liberalismo siempre es favorable al ecumenismo. Esto se debe a que, allí donde la libertad religiosa está consagrada en la ley, la pluralidad de religiones provoca necesariamente conflictos. Este conflicto debilita la fuerza del Estado. Para aliviar este conflicto, en lugar de favorecer la religión católica como solución, el liberalismo favorece el ecumenismo como solución: la fusión gradual de las religiones en una unidad con el fin de eliminar todas las diferencias y aliviar todos los conflictos civiles. El modernista se apresura a apoyar este proyecto, ya que cree que todas las religiones surgen del mismo subconsciente interno de la humanidad, por lo que su coalescencia no le plantea ningún problema. De ahí que veamos en el Vaticano II la promulgación del ecumenismo, que el Papa Pío XI calificó de error tan grande que destruiría por completo los fundamentos de la fe católica.
Los modernistas creen que todas las religiones son verdaderas. Esto se debe a que, en el Modernismo, la religión es lo que la gente siente que es. Como resultado, el modernismo también cree que todas las religiones son fundamentalmente buenas y salvíficas. De ahí que veamos en el Vaticano II la promulgación de la salvación por medio de sectas no católicas, que el Papa Gregorio XVI calificó de error mortal. Por esta razón también la doctrina de la salvación universal (condenada en el siglo VI por el Papa Vigilio)[89] se predica hoy en casi todas partes en el Novus Ordo.
Los modernistas creen que hay dos «Iglesias»: una Iglesia invisible y otra visible. La Iglesia invisible es simplemente una idea que Cristo tuvo hace mucho tiempo sobre la unión del género humano, pero que aún no se ha realizado de manera visible. Todos los hombres son miembros de esta Iglesia invisible. La Iglesia visible es un intento de los Apóstoles y de los católicos de hacer presente la «idea del reino» original a través de la doctrina, la liturgia y la ley, pero no es necesariamente una realización permanente o estable. Se encuentra en estado de evolución. Por medio del ecumenismo, se convierte en la realización última de lo que Cristo quiso. De ahí que veamos en el Vaticano II la negación de la unidad y visibilidad de la Iglesia, que el Papa Pío XII calificó de error en una cuestión de verdad divina.
Los modernistas afirman que la Iglesia de Cristo (la Iglesia invisible) se realiza plenamente en la Iglesia Católica visible, pero se realiza parcialmente en la pluralidad de las diferentes sectas religiosas. La correspondencia entre la «idea» original del reino y las sectas no católicas es imperfecta, pero esta imperfección es, sin embargo, válida porque es una expresión del sentido religioso subjetivo. Para el modernista, las diferentes religiones son como diferentes piezas musicales. Del mismo modo que no hay ninguna distinción significativa entre los admiradores de Tchaikovsky y los admiradores de Bach, excepto decir que Bach es mejor que Tchaikovsky, el modernismo no hace ninguna distinción significativa entre la Iglesia y las sectas no católicas, excepto decir que una es mejor que la otra. De ahí que veamos en el Vaticano II la doctrina de la comunión parcial, en la que se dice que las sectas no católicas existen en una escala graduada de comunión parcial con la Iglesia Católica, en la que los elementos de la Iglesia invisible de Cristo están presentes y operativos, aunque sean deficientes. Contrasta esto con la enseñanza del Papa León XIII, que enseñó que quienes rechazan la doctrina o la autoridad católicas son rebeldes, están expulsados de las filas de sus hijos y desterrados del seno de la Iglesia[90].
Los modernistas parecen católicos, pero no lo son. Desprecian las enseñanzas de la Iglesia y tratan por todos los medios de engañar a los católicos para que rechacen la fe y abracen los errores del protestantismo y del secularismo. En palabras de San Pío X: «Imbuidos de doctrinas venenosas enseñadas por los enemigos de la Iglesia», su objetivo es «subvertir por completo el reino de Cristo». Atacan la raíz misma de la fe; se han esforzado por reunir todas las herejías condenadas y condensarlas en un diabólico sistema de mentiras. No hay parte de la verdad católica que dejen intacta, «ninguna que no se esfuercen por corromper. Y mientras persiguen por mil caminos su nefasto designio, su táctica es la más insidiosa y pérfida. Amalgamando en sus personas al racionalista y al católico, lo hacen con habilidad tan refinada, que fácilmente sorprenden a los incautos. Por otra parte, por su gran temeridad, no hay linaje de consecuencias que les haga retroceder, o, más bien, que no sostengan con obstinación y audacia»[91]. Desprecian toda autoridad excepto a sí mismos y, por regla general, son un muro de piedra de resistencia a todo arrepentimiento y conversión.
La Santa Iglesia Católica, Esposa de Cristo, es una fuente de pureza, santidad y verdad que nunca puede proponer a sus hijos cosas absurdas, impiedades o errores. El Vaticano II es un conjunto de documentos llenos de absurdos, impiedades y errores imbuidos del espíritu de Modernismo. Ningún católico puede asentir a él, ni interna ni públicamente, sin perjuicio de la virtud infusa de la fe dada en el bautismo. Profesar el Vaticano II como enseñanza católica equivale a profesar que la Iglesia es una secta falible y defectuosa y que, como tal, ya no posee ningún motivo de credibilidad.
Ningún católico puede rechazar un concilio ecuménico, pues los concilios ecuménicos son enseñanzas de la Iglesia universal que no puede errar. Sin embargo, lo que hace que un concilio ecuménico sea válido y vinculante es su promulgación por el Romano Pontífice; por lo tanto, la virtud de la fe obliga a todos los católicos a rechazar la noción que el Vaticano II fue promulgado por un Romano Pontífice. Quiera Dios que todos los católicos se esfuercen diligentemente en estudiar las enseñanzas de la Iglesia para que el veneno del Vaticano II pueda ser fácilmente discernido y rechazado por todos.
Sancte Pie X, ora pro nobis.
[1] P. Denis Fahey, C.S.Sp., The Mystical Body of Christ in the Modern World, Waterford, Irlanda: Browne and Nolan Ltd., 1938, pp. 13-14.
[2] En el orden práctico, debido a la influencia del Modernismo en el Vaticano II, el error del Darwinismo se ha convertido en un dogma casi universal dentro de los entornos educativos de la estructura del Novus Ordo.
[3] Papa San Pío X, Pascendi (1907).
[4] Éx. XX, 3.
[5] Papa Pío IX, Quanta Cura (1864).
[6] Dignitatis Humanae, 4.
[7] IV Rey. XXIII, 24-25.
[8] III Rey. XV, 9-15.
[9] III Rey. XI, 31-33.
[10] Éx. XXXII, 28.
[11] Juan Pablo II, Redemptoris Missio, n. 39 (7 de diciembre de 1990).
[12] Papa San Pío X, Pascendi (1907).
[13] Papa Pío IX, Nunquam Fore (1856).
[14] Jue. II, 1-4.
[15] II Cor. VI, 14-18.
[16] Papa Pío XI, Mortalium Animos (1928).
[17] Gén. II, 24.
[18] En su obra Introducción al cristianismo (1969), el P. Joseph Ratzinger expresa el mismo sentimiento: «Todos saben que la oración sacerdotal de Jesús (Jn. XVII), de la que estamos hablando, es el documento primordial del compromiso por la unidad de la Iglesia… la existencia cristiana es ante todo la unidad con Cristo; tal unidad será posible cuando desaparezca el interés por lo propio y cuando entre sin reservas el puro ser de y para Cristo. De esta unidad con Cristo, que se da en quienes no consideran nada como propio, se sigue la más plena unidad «para que todos sean uno como nosotros somos uno». Todo no ser-uno, todo estar-divididos, se apoya en una oculta falta de ser cristiano verdadero; es un aferrarse a lo propio con lo que se elimina la síntesis de la unidad».
[19] La idea de que la liturgia manifiesta un proceso de unificación aparece casi inmediatamente en el Vaticano II, en el segundo párrafo del primer decreto, Sacrosanctum Concilium. Aquí, la sagrada liturgia se describe como «un signo levantado entre las naciones bajo el cual los hijos de Dios dispersos pueden ser reunidos hasta que haya un solo rebaño y un solo pastor». Esta idea de unidad ecuménica progresiva se incorporó a las Plegarias Eucarísticas II y III de la Misa del Novus Ordo (1969), de reciente composición, como lo prueba su necesidad aparentemente compulsiva de mencionar el mismo tema: reunir a los pueblos dispersos, llegar a ser un solo cuerpo, promover la paz y la salvación del mundo, estar en la presencia de Dios como familia, congregar a los pueblos, participar comunitariamente y reunirse en uno, etc. Juan Pablo II decía que la Iglesia desea «que la auténtica comunión eucarística sea signo de la unidad de todos los cristianos, unidad que está madurando gradualmente» (Redemptor hominis, 20, 1979).
[20] En 1949, el Santo Oficio publicó una instrucción relativa al movimiento ecuménico en la que permitía, bajo normas muy estrictas supervisadas por el ordinario del lugar, las reuniones de sacerdotes católicos competentes con no católicos para tratar asuntos religiosos, con la fundada esperanza de que algunos de ellos se convirtieran. Esto es distinto del ecumenismo del Vaticano II, que busca la unión religiosa mutua.
[21] Papa Pío XI, Mortalium Animos (1928).
[22] Sagrada Penitenciaría Apostólica, 16 de julio de 1926.
[23] El Papa Pío IX condenó la proposición que dice que los Romanos Pontífices, por su conducta demasiado arbitraria, contribuyeron al cisma fociano (Syllabus de errores, 1864).
[24] Ejemplos notables de esta disculpa corporativa incluyen la Declaración Católico-Ortodoxa de Pablo VI (1965), la visita de Juan Pablo II a Jerusalén (2000), y más recientemente la disculpa de Francisco a los indígenas canadienses (2022). Pablo VI también se refirió a «las faltas» (i falli) de la Iglesia en Ecclesiam suam n. 99 (1964).
[25] Papa Gregorio XVI, Mirari Vos (1832).
[26] Unitatis Redintegratio, 3.
[27] Ses. XII, Constituti.
[28] Ver Benedictus Henricus Merkelbach, O.P, Summa Theologiae Moralis, I. De Principiis, Desclée de Brouwer, Brujas, ed. XI, 1962, n. 754; Santo Tomás, Summa Theologica, II-II, q. 10, art. 9; CIC (1917), can. 1258.
[29] Núm. XVI. Moisés los excomulgó y la tierra se los tragó vivos.
[30] III Reyes XVIII, 17-40. Elías mató a todos los falsos profetas en el torrente Cisón.
[31] Vaticano II, Unitatis Redintegratio, 3.
[32] Ibid.
[33] Concilio de Florencia, Decretum pro Armenis, Exsultate Deo, 1439 (D. 696).
[34] D. 705.
[35] D. 714.
[36] Vaticano II, Unitatis Redintegratio, 3.
[37] The Catholic Encyclopedia, vol. V, Encyclopedia Press, Inc., Nueva York, 1913: Donatists, p. 127.
[38] San Agustín, In Psalm XXXIII, Enn. II, Sermo II, 29.
[39] Deut. V, 8-9.
[40] Is. XLVI, 6-7.
[41] Apoc. XXI, 8. ︎
[42] Credo Atanasiano. ︎
[43] Papa Bonifacio VIII, Unam Sanctam (1302). ︎
[44] Concilio de Florencia, Decreto Pro Jacobitis, 1438-1445 (D. 714).
[45] Papa Gregorio XVI, Mirari Vos (1832).
[46] Papa Gregorio XVI, Summo Jugitur (1832).
[47] Papa Pío IX, Singulari Quidem (1856).
[48] Papa Pío IX, Quanto Conficiamur Moerore (1863). D. 1677.
[49] Papa Pío IX, Iam Vos Omnes (1868).
[50] Papa Pío XI, Mortalium Animos (1928).
[51] Esta enseñanza es repetida por Juan Pablo II en Redemptor Hominis (1979) y Catechesi Tradendae (1979); en esta última, añade que debe enseñarse a los catecúmenos. También la repite Benedicto XVI en Respuestas a algunas preguntas relativas a ciertos aspectos de la doctrina sobre la Iglesia n. 3 (2007).
[52] El Concilio de Florencia enseñó: es de tanto precio la unidad en el cuerpo de la Iglesia, que sólo a quienes en él permanecen les aprovechan para su salvación los sacramentos (Decretum pro Jacobitis, Cantate Domino, D. 714).
[53] Papa Pío IX, Quanto Conficiamur Moerore (1863).
[54] Papa Pío IX, Singulari Quadam (1854).
[55] Fuera de la Iglesia no hay salvación.
[56] Papa Pio IX, Quanto Conficiamur Moerore (1863).
[57] El mismo error es repetido por Juan Pablo II en Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la Iglesia entendida como comunión, n. 17 (1992) y por Benedicto XVI en Respuestas a algunas preguntas relativas a ciertos aspectos de la doctrina sobre la Iglesia, n. 4 (2007). ︎
[58] I Cor. XI, 29. ︎
[59] Benedicto XVI, Respuestas a algunas preguntas relativas a ciertos aspectos de la doctrina sobre la Iglesia, n. 4 (2007). En este documento, llamar a los cismáticos «Iglesias particulares» es referido como enseñanza tradicional.
[60] Mt. V, 14. ︎
[61] Rom. XII, 4-5.
[62] Papa León XIII, Satis Cognitum (1896).
[63] Papa Pío XII, Mystici Corporis (1943).
[64] Hech. IX, 4. ︎
[65] Papa Pío XII, Humani Generis (1950): «Algunos no se consideran obligados por la doctrina que, fundada en las fuentes de la revelación, expusimos Nos hace pocos años en una Encíclica, según la cual el Cuerpo Místico de Cristo y la Iglesia Católica Romana son una sola y misma cosa. Otros reducen a una pura fórmula la necesidad de pertenecer a la verdadera Iglesia para conseguir la salud eterna. Otros, finalmente, no admiten el carácter racional de los signos de credibilidad de la fe cristiana. Es notorio que estos y otros errores semejantes se propagan entre algunos hijos Nuestros, equivocados por un imprudente celo o por una ciencia falsa».
[66] Nostra Aetate n. 2 enseña el error que hay cosas santas en las religiones no católicas, lo cual es similar al error de Lumen Gentium. Nostra Aetate n. 4 enseña el error que los no católicos pueden dar testimonio de Cristo derramando su sangre. Contra esto, el Concilio de Florencia enseñó que, aunque uno haya derramado su sangre por el nombre de Cristo, no puede salvarse a menos que permanezca en el seno y la unidad de la Iglesia Católica (D. 714).
[67] Papa Pío XII, Mystici Corporis (1943): «El Cuerpo Místico de Cristo y la Iglesia Católica Romana son una y la misma cosa».
[68] Benedicto XVI, Respuestas a algunas preguntas relativas a ciertos aspectos de la Doctrina sobre la Iglesia, n. 3 (2007).
[69] Ver Juan Pablo II, Dominus Jesus, n. 17. ︎
[70] Francisco, A los participantes en el encuentro promovido por la Oficina Catequética Nacional de la Conferencia Episcopal Italiana, 30 de enero de 2021. https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2021/january/documents/papa-francesco_20210130_ufficio-catechistico-cei.html . Entrada 29 de agosto de 2022.
[71] Bula Unigenitus, 8 de septiembre de 1713. D. 1379.
[72] Papa Pío XII, Mystici Corporis (1943).
[73] Lc. XXIII, 34. ︎
[74] El Concilio de Florencia enseñó: «Es de tanto precio la unidad en el cuerpo de la Iglesia, que sólo a quienes en él permanecen les aprovechan los sacramentos para su salvación» (Decretum pro Jacobitis, Cantate Domino, D. 714).
[75] Instrucción Laudabilem majorum a los obispos franceses, 26 de septiembre de 1791.
[76] Pastor Aeternus, Concilio Vaticano (1870).
[77] Que este error era la justificación del ecumenismo fue declarado explícitamente por la Comisión Doctrinal para el esquema De Ecclesia. Comentando el pasaje referido a los elementos de santificación fuera de la Iglesia, la Comisión dijo: «En esto precisamente [elementos de santificación] se funda el principio del movimiento ecuménico» (Francisco Gil Hellín, Lumen Gentium. Constitutio Dogmatica De Ecclesia Concilii Vaticani II Synopsis in ordinem redigens schemata cum relationibus necnon patrum orationes atque animadversiones, Ciudad del Vaticano, Libreria Editrice Vaticana, 1995, Esquema n. 3, VII, XV).
[78] Catecismo del Concilio de Trento, I Parte, art. IX, q. XV.
[79] I Tim. III, 15.
[80] Mt. XII, 30. ︎
[81] Mt. XVIII, 17. ︎
[82] II Cor. VI, 15. ︎
[83] Papa San León Magno, Sermo CXXIX. ︎
[84] Papa Pío IX, Etsi Multa (1873).
[85] Papa León XIII, Satis Cognitum (1896).
[86] El lenguaje de «comunión plena», «unidad más plena» e «incorporación más plena» se introdujo en el Vaticano II en Unitatis Redintegratio, n. 3 y Lumen Gentium, nn. 1, 14-15; en este último documento, este lenguaje se contrapone al de aquellos que, aunque no están plenamente unidos, sin embargo, están vinculados o relacionados con la Iglesia de diversas maneras.
Un lenguaje similar de «esferas de pertenencia» fue utilizado también por Juan Pablo II en el Discurso a los Cardenales y Colaboradores en los Organismos de la Curia Romana, n. 11 (28 de junio de 1980). En Dominus Jesus, n. 17 (2000), habló de que la Iglesia de Cristo está «presente y operativa» en las sectas no católicas, pero carece de comunión plena.
El error acerca de que la Iglesia de Cristo está «presente y operativa» en las sectas cismáticas fue enseñado de nuevo por Benedicto XVI en Respuestas a algunas preguntas relativas a ciertos aspectos de la Doctrina sobre la Iglesia, n. 4 (2007).
[87] El P. Alfred Loisy (1857-1940) fue un modernista excomulgado en 1908. Tras su excomunión, se convirtió en profesor de historia laica, abandonó totalmente la religión y murió impenitente.
[88] Vaticano II, Lumen Gentium, 5. ︎
[89] D. 211.
[90] Papa León XIII, Satis Cognitum (1896).
[91] Papa San Pío X, Pascendi (1907).